Parvovirus canino
El parvovirus canino (CPV) es un virus pequeño, sin envoltura, con una cápside esférica (compuesta por tres proteínas: VP1, VP2 y VP3)...
Número de edición 26.1 Otros artículos científicos
Fecha de publicación 25/03/2021
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La especie canina nace menos desarrollada que muchas otras especies, siendo frecuente una tasa de mortalidad elevada durante las primeras dos semanas de vida.
La especie canina nace menos desarrollada que muchas otras especies, siendo frecuente una tasa de mortalidad elevada durante las primeras dos semanas de vida.El cachorro recién nacido tiene riesgo de hipoxia, hipotermia (debido a la deficiente termorregulación) e infecciones (por la inmadurez del sistema inmune); la deshidratación y la hipoglucemia también son causas de morbilidad y mortalidad. Los cuidados intensivos del neonato, deben por tanto, dirigirse hacia el control de los principales factores de riesgo (Figura 1). Este breve resumen proporciona algunos consejos para que el veterinario clínico pueda maximizar la supervivencia del cachorro.
Generalmente la madre, antes de limpiar y secar al recién nacido, rompe las membranas fetales, corta el cordón umbilical y lame el tórax del cachorro para estimular los movimientos respiratorios. Sin embargo, algunas veces, cuando la madre es inexperta o descuidada, es necesaria la intervención del hombre. Para ello, con un bastoncillo limpio y seco, se retira el líquido de la nariz y boca y, simultáneamente, se frota el tórax para estimular la respiración. El cachorro debe mantenerse en posición horizontal sobre la palma de la mano, sujetando la cabeza para protegerla; se debe evitar cualquier movimiento brusco y repentino, así como el balanceo y la agitación. Si los conductos nasales contienen líquido amniótico puede ser necesario utilizar una pera de succión específica para retirarlo. Además, hay que secar bien al recién nacido para prevenir la hipotermia.
Para realizar la evaluación del neonato se puede utilizar la adaptación de la escala de puntuación de Apgar (Tabla 1), mediante la cual se valoran determinados parámetros. Esta escala también sirve para confirmar si los cuidados intensivos que se han proporcionado han sido efectivos. La valoración de la función cardiorrespiratoria (frecuencia cardiaca, respiratoria y esfuerzo respiratorio) se puede realizar con un fonendoscopio pediátrico (Figura 2) o mediante palpación digital del latido cardiaco y observando el esfuerzo respiratorio. La valoración del tono muscular se basa en la capacidad del cachorro de mantener la región toracolumbar de la columna arqueada o en forma de C. La valoración de la irritabilidad refleja se basa en la respuesta a los estímulos, bien sea a través de movimiento o mediante la vocalización. El color de las mucosas se evalúa observando el área oronasal (Figura 3).
Parámetro |
Puntuación 0 | Puntuación 1 | Puntuación 2 |
---|---|---|---|
Frecuencia cardiaca | Ausente | Bradicardia (< 200 lpm) | Normal (200-250 lpm) |
Frecuencia y esfuerzo respiratorio |
Ausente | Irregular (< 15 rpm) | Regular y vocalización (15-40 rpm) |
Tono muscular |
Flácido | Cierta flexión | Flexión |
Irritabilidad refleja |
Ausente | Algo de movimiento | Hiperactividad |
Color de las mucosas |
Cianosis y palidez | Cianosis | Rosado |
La puntuación de la escala de Apgar también orienta sobre el pronóstico de supervivencia del neonato, siendo más alta la mortalidad cuanto menor sea la puntuación obtenida. Para considerar sano a un cachorro la puntuación debe ser igual o mayor a 7 a los cinco minutos después del parto. Este momento es crítico para que la valoración sea fiable, ya que algunos cachorros pueden tener una puntuación más baja inmediatamente después del parto debido a la supresión temporal de las funciones vitales. Cuando la puntuación está comprendida entre 4 y 7 es necesario asistir al neonato, y cuando es inferior a 3 son necesarios los cuidados intensivos.
El mantenimiento de la temperatura corporal es vital, ya que los reflejos termorreguladores (vasoconstricción y temblor) no son funcionales al nacer.
Durante la primera semana de vida, la temperatura del cachorro debe estar comprendida entre 35-36ºC (95-96,8ºF), y durante la segunda y tercera semana, entre 37-38ºC (98,6-100,4ºF). Una temperatura ambiente inferior a 27ºC (80,6ºF) da lugar a hipotermia, mientras que si es mayor de 33ºC (91,4ºF) y se acompaña de una humedad relativa elevada (85-90%) existe un mayor riesgo de problemas respiratorios. Cuando el cachorro está mamando también recibe calor, puesto que la temperatura de la leche materna es 3-4ºC (37,4-39,2ºF) superior a la temperatura corporal. Si la madre no puede mantener la temperatura adecuada de la camada es necesario comprobar una vez al día, como mínimo, la temperatura rectal de cada cachorro (utilizando un termómetro digital de pequeño diámetro). Puede ser necesario proporcionar una fuente de calor externa en el nido, como una lámpara incandescente (20-40W), una bolsa de agua caliente o una manta térmica (Figura 4). La temperatura ambiente se debe controlar regularmente para evitar el exceso de calor, quemaduras y deshidratación.
El peso corporal, a pesar de depender de muchos factores (p.ej., edad y salud de la madre, calidad de la placenta, tamaño de la camada, y causas nutricionales, infecciosas o del entorno), es un indicador importante de la supervivencia en la mayoría de las especies domésticas. Cada cachorro se debe identificar y pesar regularmente y de manera precisa utilizando una báscula digital (Figura 6). El peso al nacer puede variar en función de la raza y tamaño de la camada, pero suele estar comprendido entre 100-200 g en las razas pequeñas, 200-300 g en las razas medianas y 300-500 g en las razas grandes. La tendencia del peso corporal es un indicador fiable para controlar el desarrollo del cachorro y permite identificar anomalías de forma precoz. El primer día de vida se puede producir una disminución de peso (hasta del 10% del peso al nacer) debido a la deshidratación, pero después, el neonato debe ganar diariamente el 5-10% de su peso, de manera que el día 15 pese aproximadamente el doble que al nacer.
Durante la primera semana de vida, el cachorro mama cada hora o dos horas y duerme el resto del tiempo. La madre lame a su camada regularmente para estimular la diuresis y la defecación. Si el estado de salud de la madre es bueno, y su nutrición también, la leche cubrirá las necesidades de la camada durante las tres o cuatro primeras semanas de vida. Sin embargo, si la producción de leche es insuficiente (p.ej., por muerte de la madre, agalactia o mastitis) es necesario utilizar lactorreemplazantes (caseros o comerciales) con una fórmula adaptada a las necesidades de su especie. En cualquier caso, la curva de crecimiento de un cachorro con lactancia artificial es diferente a la de un cachorro con lactancia natural.
También puede ser necesario utilizar un sustituto de la leche materna cuando el cachorro presenta un bajo peso al nacer (al menos un 25% menos de la media esperada para esa raza), cuando en las primeras 24 h de vida se produce una pérdida de peso superior al 10% de su peso inicial o cuando en las dos primeras semanas de vida el cachorro no ha duplicado su peso.
El neonato utiliza como fuente de energía la grasa, más que la lactosa, por lo que la leche de perra tiene un alto contenido de lípidos; la leche de vaca no es adecuada para el cachorro, ya que es más alta en lactosa y más baja en grasas y proteínas. Las necesidades energéticas del neonato son de unas 20-26 kcal/100 g de peso corporal, y la mayoría de los lactorreemplazantes solo contienen 1 kcal/ml. Dado que la capacidad máxima del estómago del neonato es de unos 4ml/100 g de peso, es posible estimar la cantidad y frecuencia necesarias para alimentar correctamente al cachorro.
El lactorreemplazante se puede administrar con un biberón de tamaño adecuado, o con una sonda nasogástrica, dependiendo del estado de salud del cachorro y de la fuerza del reflejo de succión. El biberón estimula el reflejo de succión (reduciendo el riesgo de aspiración), el cachorro se debe colocar en posición horizontal, manteniendo una postura parecida a la natural y sin extender excesivamente el cuello. Para colocar la sonda orogástrica es necesario tener cierta habilidad y tener en cuenta el riesgo de colocación intratraqueal. Esta técnica está indicada cuando hay que alimentar a muchos cachorros, cuando el cachorro tiene un reflejo de succión débil o cuando el aumento de peso es insuficiente. Es fundamental controlar regularmente al cachorro que recibe alimentación asistida para comprobar que no hay signos de sobrealimentación, como la presencia de leche en las fosas nasales, regurgitación, molestias junto con distensión abdominal y diarrea. Este último signo puede indicar alteraciones de la microbiota o incluso septicemia. La sobrealimentación es una de las principales causas no infecciosas de diarrea en cachorros. Por otro lado, los signos indicativos de un aporte inadecuado de leche incluyen un reflejo de succión débil, gemido constante, letargia e insuficiente aumento de peso.
El 80% del peso del cachorro al nacer es agua, y este hecho, junto con otros factores innatos (p.ej., gran área de superficie corporal, piel permeable, deficiente función renal) favorecen el riesgo de deshidratación. Normalmente, la deshidratación está asociada al nacimiento prematuro, diarrea, neumonía, temperatura ambiente elevada o deficiente amamantamiento. El estado de hidratación se puede evaluar observando la orina; la muestra se puede obtener masajeando suavemente el prepucio o la vulva con un algodón humedecido. Una orina de color amarillento indica deshidratación, mientras que la orina normal es diluida y translúcida. El animal deshidratado también presenta la mucosa oral seca y pálida.
Puede ser necesario tener que rehidratar al cachorro mediante fluidoterapia (60-180 ml/kg/día) con una solución atemperada (37ºC/98,6ºF).
La administración, preferiblemente, debe ser vía oral, siempre que la función intestinal sea normal y el cachorro no presente hipotermia. Sin embargo, también es frecuente utilizar la vía subcutánea, mientras que la vía intravenosa o intraósea es más adecuada cuando el volumen de fluidos que hay que administrar es bajo. Cuando se está instaurando fluidoterapia en un neonato pueden surgir varios problemas, por lo que la velocidad de administración debe ser lenta junto con un exhaustivo seguimiento del tratamiento. Los signos de sobrehidratación incluyen flujo nasal seroso, ascitis, taquipnea/disnea y edema pulmonar.
La deshidratación puede ir acompañada de hipoglucemia. El neonato debe alimentarse con mucha frecuencia para mantener el nivel de glucemia normal, ya que posee una baja reserva de grasa corporal, una gluconeogénesis limitada e inmadurez hepática. Por tanto, un ayuno de más de 2-3 horas de duración puede provocar hipoglucemia (< 35-40 mg/dl), que se manifiesta por la falta de coordinación, debilidad o coma. Es esencial que el tratamiento sea inmediato, administrando lentamente en la vena yugular una solución de dextrosa al 5-10% (a razón de 2-4 ml/kg). Si la respuesta es insuficiente se pueden administrar más dosis, siempre y cuando se mida previamente el nivel de glucemia para evitar así el riesgo de hiperglucemia.
El cachorro nace con un sistema inmune que no ha terminado de desarrollarse y su inmunidad depende de la transferencia de anticuerpos maternos a través del calostro, que ha de tener lugar en las primeras horas después del nacimiento. Existe una fuerte correlación entre los cachorros de dos días de edad con un bajo nivel de inmunoglobulinas y la mortalidad neonatal. La determinación de la fosfatasa alcalina (FA) y de la gamma-glutamiltransferasa (GGT) permite confirmar si un cachorro ha ingerido calostro. Cuando los cachorros presentan bajos valores de estas enzimas puede ser beneficiosa la administración de suero o plasma de animales vacunados, utilizando la vía oral para cachorros de menos de 24 horas de vida y la vía subcutánea para los de más edad, siendo importante comprobar previamente la compatibilidad sérica.
En los últimos años, gracias al mayor valor emocional y económico que han adquirido las mascotas y dada la vulnerabilidad de las mismas durante el postparto, se han realizado grandes avances en neonatología. Mientras que el manejo adecuado de la madre y sus cachorros constituye la primera medida para prevenir posibles complicaciones neonatales, la identificación precoz de los problemas de los cachorros permite intervenir rápidamente y proporcionar los cuidados intensivos necesarios, mejorando así la tasa de supervivencia.
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