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Número de edición 26.1 Sistema Gastrointestinal
Fecha de publicación 24/03/2021
Disponible también en Français , Deutsch , Italiano y English
El parvovirus canino (CPV) es un virus pequeño, sin envoltura, con una cápside esférica (compuesta por tres proteínas: VP1, VP2 y VP3) que contiene una única hebra de ADN lineal que codifica dos proteínas no estructurales (NS1 y NS2) y dos proteínas estructurales (VP1 y VP2).
El parvovirus canino es el principal agente causal de gastroenteritis aguda en el cachorro joven, con distribución mundial.
La cepa vírica original ha sido totalmente reemplazada por tres variantes antigénicas cuya distribución varía en función del área geográfica.
Los signos clínicos incluyen vómitos, diarrea hemorrágica y leucopenia. La mortalidad puede llegar hasta el 60-70% en perreras y criaderos infectados.
Las pruebas diagnósticas disponibles en la clínica son poco sensibles, siendo necesario realizar otras pruebas basadas en técnicas de PCR
El tratamiento es principalmente de apoyo, aunque también se ha estudiado el tratamiento con algunos antivirales.
La vacunación del cachorro sigue siendo el método más eficaz para controlar la infección, a pesar de las posibles interferencias con los anticuerpos de origen materno y el posible desajuste entre las cepas vacunales y cepas de campo.
El CPV es el principal agente causal de la gastroenteritis aguda de los perros de entre 1 y 6 meses de edad. Aunque este virus se conoce desde finales de 1970, actualmente sigue suponiendo una amenaza para los perros jóvenes debido a la gravedad de los signos clínicos y por afectar a la pauta de vacunación, dada la posible interferencia de los anticuerpos de origen materno (AOM) con la inmunización activa 1 2. Otra dificultad en el control de la parvovirosis se debe a la existencia de variantes en condiciones de campo (CPV-2a, CPV-2b, CPV-2c), las cuales son antigénicamente diferentes a la cepa original CPV-2 que se encuentra en las vacunas comerciales. Las variantes antigénicas se diferencian del CPV-2 original por pequeños cambios en algunos aminoácidos, sugiriéndose que esto es suficiente como para que la vacunación solo ofrezca una protección parcial, exponiendo al perro vacunado a posibles infecciones por las variantes de campo y pudiendo, ocasionalmente, desarrollar la enfermedad 4 5 6. Algunos de los aspectos que están emergiendo y deben investigarse son la mayor prevalencia en el perro adulto 4 5 y la capacidad de las variantes antigénicas de infectar al gato, dando lugar a signos clínicos similares a los de la panleucopenia felina. En este artículo se revisan los aspectos clínicos, patológicos y diagnósticos de la infección por el CPV, resumiendo brevemente la situación epidemiológica actual y los protocolos de vacunación recomendados.
El CPV-2 original emergió a finales de 1970, probablemente como una variante del virus de la FPLV, habiéndose adaptado previamente en alguna otra especie carnívora salvaje desconocida. A principios de 1980, el virus original fue rápidamente reemplazado por dos variantes antigénicas, CPV-2a y CPV-2b, con mutaciones en 5 o 6 amino-ácidos de la proteína VP2 de la cápside; la tercera variante, CPV-2c apareció en Italia en el año 2000 9.
Actualmente, la cepa del CPV-2 original, presente en la mayoría de las vacunas, ya no circula en ninguna parte del mundo, mientras que las tres variantes antigénicas se distribuyen por varias regiones. En Europa continental parecen coexistir las tres variantes, con una mayor prevalencia de los tipos 2a y 2b en Portugal, Francia y Bélgica; los tipos 2a y 2c en Italia; el tipo 2a en Europa del Este; el 2c en España, mientras que en Alemania las tres variantes se distribuyen de manera homogénea. Norteamérica presenta una alta incidencia del tipo 2b y 2c, y Sudamérica del 2a y 2c; en Asia y en algunas islas, como Reino Unido, Australia y Japón, predominan los tipos 2a y 2b 1 2. Los pocos datos de África indican que las tres variantes circulan por igual en el norte, mientras que en el sur son más frecuentes los tipos 2a y 2b 10.
El CPV puede infectar a los perros domésticos, lobos y a otros carnívoros salvajes, ya que se han aislado frecuentemente virus intermedios entre el CPV-2 y el CPV-2a 11. La cepa original del CPV-2 era capaz de infectar a las células in vitro de los felinos, pero no in vivo. Sin embargo, las nuevas variantes antigénicas pueden infectar al gato, causando una enfermedad indistinguible de la panleucopenia felina 7 8. En teoría, no existe una predisposición racial a la infección por CPV. Las razas grandes como el Pastor Alemán, Labrador Retriever, Rottweiler, Alaskan Malamute y Dóberman, parecen presentar un mayor riesgo de infección, pero esto puede deberse a que los AOM descienden con mayor rapidez en los cachorros de razas grandes que en los de razas pequeñas 1 2. Además, aunque los cachorros de menos de 6 meses de edad son los que presentan un mayor riesgo de infección y de desarrollar signos clínicos, cada vez hay más casos de perros adultos que desarrollan signos clínicos graves, generalmente asociados a la infección con el CPV-2c 5 6.
Las heces de los cachorros infectados son la principal fuente de contaminación ambiental. Este virus es extraordinariamente estable y puede permanecer en estado infeccioso durante varias semanas e incluso meses. El cachorro no protegido se infecta vía oronasal, por contacto directo o indirecto 1 2.
Una vez que el virus entra en el organismo se produce una replicación primaria en los tejidos linfoides asociados a la orofaringe, timo, ganglios linfáticos mesentéricos y placas de Peyer, provocando una necrosis muy extensa previamente a la diseminación por el torrente sanguíneo a través de los linfocitos infectados. La fase de viremia es larga (el virus se puede detectar durante 60 días por PCR en tiempo real), produciéndose la colonización de las criptas del intestino delgado, donde tiene lugar la replicación activa del virus, induciendo rápidamente la lisis de las células germinales. Como consecuencia directa, se altera la renovación del epitelio de la punta de las vellosidades, lo que da lugar a diarrea. La eliminación del virus a través de las heces comienza a los 2-3 días de la infección y dura hasta 45-50 días, aunque solo se obtienen títulos altos durante los primeros 7-10 días. En los cachorros recién nacidos (hasta las 2-3 semanas de edad) el CPV se puede reproducir en las células en división activa del miocardio, causando una miocarditis grave, aunque esto es un hallazgo esporádico 1 2. Las variantes antigénicas, en comparación con el tipo 2 original, tienen una patogenicidad más elevada, un periodo de incubación más corto (menos de 4-5 días), un cuadro clínico más grave, mayor extensión y duración de la excreción viral y es necesaria una menor cantidad de virus para infectar al perro 12. Los signos clínicos pueden agravarse cuando existe una infección concomitante con coronavirus canino (CCoV), produciéndose la infección del epitelio de las criptas intestinales y de la punta de las vellosidades, con el CPV y el CCoV respectivamente 1 2.
Forma gastrointestinal
La forma de presentación de la parvovirosis más frecuente en el cachorro de entre 1 y 6 meses de edad es la gastrointestinal, aunque cada vez se están dando más casos en el perro adulto. Transcurridos los 3-4 días del periodo de incubación, el cachorro muestra anorexia, depresión y vómitos, seguido de diarrea, lo que provoca una grave deshidratación.
La diarrea suele ser, aunque no siempre, hemorrágica, con heces oscuras o con vetas debido a la presencia de sangre. La fiebre (40-41°C/104-105,8°F) también puede aparecer, aunque no es un hallazgo constante. Por el contrario, la leucopenia es bastante frecuente, con un recuento de leucocitos inferior a 2000-3000 células/μL. Hay que tener en cuenta que se puede producir una neutrofilia concomitante por una infección bacteriana oportunista, de manera que el recuento total de leucocitos puede resultar normal a pesar de la linfopenia inducida por el virus. Estas bacterias suelen agravar el cuadro clínico, dando lugar a más signos clínicos, como el síndrome de distrés respiratorio, que puede llevar a la muerte del animal. El grado de leucopenia es un factor pronóstico reconocido, siendo poco probable que sobrevivan los cachorros con un recuento de leucocitos inferior a 1000 células/μL. La muerte se puede producir tan solo 2 días después de la aparición de los signos clínicos, como consecuencia de una infección bacteriana generalizada o por coagulación intravascular diseminada. La tasa de mortalidad es muy variable, dependiendo de la edad y del estado inmunitario del animal; en el perro adulto la mortalidad es inferior al 1% 1 2.
Los cachorros que fallecen como consecuencia de la enteritis por CPV muestran una deshidratación extrema. En la evaluación post mortem se pueden observar evidentes lesiones macroscópicas en el tracto gastrointestinal, principalmente en el duodeno y yeyuno. El hallazgo más frecuente es la gastroenteritis hemorrágica (Figura 2); observándose un engrosamiento y una decoloración segmentaria de la pared intestinal, con una superficie serosa de color rojo oscuro o púrpura que puede aparecer cubierta de fibrina. El intestino puede encontrarse completamente vacío, con material oscuro (generalmente sanguinolento) o con líquido hemorrágico. Los ganglios linfáticos mesentéricos y las placas de Peyer se encuentran aumentados de tamaño y congestivos, presentando, generalmente, hemorragias difusas en la zona cortical y al corte (Figura 3). En la evaluación histopatológica se observa necrosis multifocal de las criptas con cuerpos de inclusión intranucleares y, además, las placas de Peyer, ganglios linfáticos, bazo y timo presentan una marcada disminución de linfocitos. Cuando existe una complicación bacteriana se puede observar también edema pulmonar y alveolitis 1 2.
Forma miocárdica
Cuando el CPV originó las primeras epizootías de distribución mundial la miocarditis aguda era una presentación frecuente entre la población canina no protegida frente a este virus. Sin embargo, actualmente esta forma solo se presenta de manera esporádica. De hecho, la miocarditis por CPV solo se da en cachorros de menos de 3-4 semanas, cuando el sincitio miocárdico se encuentra en replicación activa y, por tanto, es susceptible a la replicación vírica. Actualmente, dado que la mayoría de las perras están vacunadas (o han estado expuestas al virus) y han desarrollado una fuerte respuesta inmune, prácticamente todos los cachorros poseen anticuerpos de origen materno, estando protegidos durante las primeras semanas de vida.
La miocarditis por CPV se caracteriza por la muerte súbita del cachorro, en algunos casos precedida por signos gastrointestinales y episodios breves de disnea, quejidos y arcadas. Algunos animales pueden parecer clínicamente sanos hasta que en el electrocardiograma se evidencien alteraciones cardiacas; en cuyo caso el animal estará predispuesto a padecer enfermedades cardiacas degenerativas, pudiendo desarrollar, semanas o meses después, una insuficiencia cardiaca. Los cachorros que se recuperan de la miocarditis por CPV desarrollan fibrosis miocárdica. Los cachorros que fallecen como consecuencia de la miocarditis suelen encontrarse en buenas condiciones y, a veces, el único hallazgo evidente a simple vista en la necropsia es el edema pulmonar. Otras veces, el corazón aparece con las paredes flácidas y las cámaras dilatadas, junto con áreas pálidas de necrosis en la superficie (Figura 4). En la evaluación histopatológica las lesiones miocárdicas que se observan son la miocarditis no supurativa, la infiltración multifocal de linfocitos y células plasmáticas, y la presencia de cuerpos de inclusión intranucleares 1 2.
Muchas veces el diagnóstico de infección por CPV se basa simplemente en la presencia de diarrea con un fuerte mal olor y con sangre. Sin embargo, cabe destacar que otros patógenos también pueden producir estos signos y que la enteritis asociada al CPV muchas veces no es hemorrágica. Por tanto, para diagnosticar o descartar la infección por CPV siempre es necesario realizar pruebas de laboratorio 1 2.
Diagnóstico clínico
La presencia de vómitos y diarrea hemorrágica, junto con la identificación de leucopenia aguda, es bastante indicativa de infección por CPV. Sin embargo, en la lista de diagnósticos diferenciales se deben incluir el moquillo, la hepatitis infecciosa canina, la parasitosis entérica y otros trastornos alimentarios. El CCoV suele producir una enteritis no hemorrágica, pero en determinadas condiciones puede causar una diarrea hemorrágica. Además, existen cepas hipervirulentas (CCoV pantrópico) asociadas al desarrollo de enfermedad sistémica y leucopenia 13.
Pese a que existen varias pruebas disponibles, los test serológicos no tienen valor diagnóstico. De hecho, si el perro está vacunado o ha estado en contacto previo con el CPV, los anticuerpos séricos específicos que se detecten no estarán relacionados con una infección por CPV. Sin embargo, los test serológicos son útiles para evaluar el estado inmunitario del perro con respecto al CPV, antes y después de la vacunación. Además, permiten detectar la disminución de AOM, lo cual puede ayudar a elegir el momento ideal para la vacunación del cachorro sin que haya interferencia con los mismos. Los test serológicos también son esenciales para valorar si un perro responde o no a la vacuna. El test serológico que más se utiliza es el de inhibición de la hemoaglutinación (IHA), para el cual se requiere material y personal especializado. Sin embargo, el único test que detecta anticuerpos protectores es el test de neutralización de virus (NV), el cual se ha utilizado ampliamente para evaluar la neutralización cruzada entre el virus vacunal y el virus de campo 1 12.
Greene CE, Decaro, N. Canine viral enteritis. In: Greene CE, ed. Infectious Diseases of the Dog and Cat, 4th ed. St. Louis: Elsevier Saunders, 2012;67-80.
ICTV Virus Taxonomy 2015. Available at: http://ictvonline.org/virusTaxonomy.asp. Accessed Sep 11, 2015.
Nicola Decaro
Nicola Decaro, Departamento de Medicina Veterinaria, Universidad de Bari, Valenzano, Italia Leer más
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