Introducción
En este segundo artículo, de una serie de tres, analizaremos cómo se pueden gestionar mejor los medicamentos veterinarios en la clínica de pequeños animales para minimizar el desarrollo de resistencias y la contaminación medioambiental. Este es un tema de debate que suele verse limitado por la falta de evidencias, pero existen algunas precauciones razonables que se pueden tomar ante la falta de datos. En el último artículo, se sugerirán entre otras cosas, los datos que podrían ser necesarios en el futuro para salvaguardar la eficacia de los medicamentos y, al mismo tiempo, proteger el medioambiente.
Este artículo aborda tres grupos de medicamentos: antibióticos, antiparasitarios y quimioterápicos. Si bien los fungicidas y los antivíricos también se consideran antimicrobianos, y gran parte de nuestro conocimiento sobre la prescripción responsable de antibióticos probablemente se pueda aplicar a otras categorías de antimicrobianos, las evidencias son menores (1).
Guía para el uso responsable de los antibióticos
Un enfoque One Health (una única salud) coordinado y rigurosamente implementado para el uso responsable de antibióticos es vital para preservar su eficacia ahora y en el futuro. Se han desarrollado muchas iniciativas independientes para proporcionar recomendaciones sobre el uso racional de antibióticos en pequeños animales, incluyendo las guías PROTECT ME de la BSAVA, las directrices sobre el uso de antibióticos de la Autoridad Sanitaria Danesa, la guía GRAM de CEVA y otros recursos nacionales (Recuadro 1) (2).
Recuadro 1. Categorías de antibióticos según la Agencia Europea de Medicamentos.
Además, la Sociedad Internacional de Enfermedades Infecciosas de los Animales de Compañía (ISCAID) ha elaborado directrices para el uso de antibióticos según el órgano o sistema afectado, incluyendo infecciones del tracto urinario, la enfermedad respiratoria y el tratamiento de la pioderma (3-5). Más recientemente, se han desarrollado directrices europeas sobre el manejo de la diarrea aguda canina (6) y la toma de decisiones en la profilaxis quirúrgica de los animales de compañía(7). También existen distintas plataformas de formación on-line que facilitan a los veterinarios clínicos el acceso y la implementación de medidas para el uso responsable de antibióticos (8). Todos estos recursos comparten un mensaje impactante sobre las condiciones para obtener “grandes resultados” en la clínica: es decir, casos habituales que se pueden abordar de manera eficaz y segura sin antibióticos.
El hecho de conocer las guías sobre el uso de antibióticos está estrechamente relacionado con la tendencia a no administrar antibióticos cuando el paciente pueda mejorar sin ellos (p. ej., en la enfermedad del tracto urinario inferior felino, los vómitos o diarrea agudos, infecciones respiratorias de vías altas) (9). Cada vez estamos más familiarizados con estas guías, por lo que cabe esperar una mayor adherencia a las mismas y un uso más adecuado de los antibióticos. De hecho, la menor duración de la antibioterapia estándar para la cistitis esporádica canina, que era de 14 días en el 2016/17 y se ha reducido a 10 días en el 2018, podría reflejar una mayor reconocimiento de las directrices de la ISCAID (10).
Para poder influir en los hábitos de los prescriptores es fundamental que las recomendaciones se comuniquen eficazmente al público objetivo. Esto puede facilitarse mediante el uso de nuevas tecnologías (p. ej., la aplicación First Line, desarrollada por la Facultad de Veterinaria de Ontario (11), ofrece orientación sobre el uso adecuado de los medicamentos) o mediante la traducción de materiales formativos a distintos idiomas para mejorar la accesibilidad (9).