Internados de veterinaria en Estados Unidos
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Número de edición 32.3 Otros artículos científicos
Fecha de publicación 25/01/2023
Disponible también en Français , Deutsch , Italiano , Português y English
¿Cómo tratar a un perro con distrés respiratorio? Este artículo ofrece una revisión del enfoque óptimo necesario para evaluar y estabilizar al paciente en estado crítico.
© Dr Céline Pouzot-Nevoret
Los perros con distrés respiratorio se pueden descompensar rápidamente.
La estabilización inicial incluye la administración de oxígeno, la manipulación mínima y, cuando sea apropiado, la sedación.
La evaluación rápida, pero minuciosa, permite la caracterización del patrón respiratorio y la posterior localización del problema.
El distrés respiratorio puede tener su origen en 8 localizaciones que se deben investigar.
Existen muchos trastornos que pueden causar distrés respiratorio o disnea evidente en nuestros pacientes. En sentido estricto, la palabra “disnea” hace referencia a la sensación de falta de aire; por tanto, aunque frecuentemente se describe a los animales como “disneicos”, lo que en realidad se observa es una “disnea evidente” o un mayor esfuerzo respiratorio. Independientemente de la terminología utilizada, la identificación rápida del problema es fundamental para el tratamiento, pero como el estado de estos pacientes es muy delicado y se pueden descompensar rápidamente, el diagnóstico exhaustivo puede ser todo un reto. La anamnesis y la exploración física, y particularmente, el patrón respiratorio, pueden ayudar a localizar el problema, lo que puede orientar las diferentes estrategias diagnósticas y terapéuticas para el paciente. En este artículo se revisan las diferentes secciones del tracto respiratorio que pueden estar implicadas en la disnea canina y se describen los posibles diagnósticos diferenciales, así como el tratamiento de urgencia.
Los pacientes con dificultad respiratoria suelen estar en estado crítico, por lo que es importante la estabilización inicial adecuada mientras se diseña el plan de actuación más apropiado para cada paciente. En general, en todos los animales con distrés respiratorio, se deben tener en cuenta dos principios clave; la suplementación de oxígeno y el estrés mínimo.
La suplementación de oxígeno no es perjudicial a corto plazo; durante la exploración se puede administrar oxígeno con una máscara facial o mediante flujo libre, para posteriormente utilizar una sonda nasal si el animal la tolera, o si se prefiere, una jaula de oxígeno. Las jaulas de oxígeno proporcionan un entorno tranquilo y poco estresante y una fracción relativamente alta de oxígeno inspirado (40-80%); sin embargo, si existe riesgo de obstrucción de las vías respiratorias superiores (como se describe más adelante), el paciente se debe mantener en una jaula situada donde el personal cercano pueda escuchar cualquier cambio en los ruidos respiratorios (es decir, agravamiento de la obstrucción). Los pacientes con obstrucción grave de las vías respiratorias, fatiga o incapaces de respirar por sí mismos necesitan la intubación orotraqueal. Por regla general, si el veterinario se plantea que la intubación pueda ser necesaria, es que es necesaria. La intubación permite proporcionar oxígeno al 100%, evitar cualquier obstrucción de las vías respiratorias superiores y asumir el trabajo de la respiración. A veces, la intubación orotraqueal es muy difícil o imposible de realizar, por lo que, más adelante en este artículo, se describen otros métodos.
Minimizar el estrés muchas veces conlleva la manipulación mínima, por lo que la administración de sedantes puede ser útil. Tras una breve exploración física, se debe asegurar (si es posible) el acceso venoso y, en caso necesario, administrar la sedación. Normalmente es preferible utilizar butorfanol como sedante, en lugar de opioides puros mu, ya que causa menos depresión respiratoria; sin embargo, en caso de dolor, como tras un traumatismo, es preferible utilizar opioides puros mu (p. ej., fentanilo por su naturaleza de acción corta) debido a la falta de analgesia del butorfanol (opioide de actividad mu-antagonista y kappa-agonista). Lo ideal es la administración intravenosa para conseguir un efecto más rápido, pero si la colocación de la vía conlleva el riesgo de desestabilización del paciente, se puede utilizar la vía intramuscular. Tras la administración de sedantes, el paciente se debe colocar en una jaula para el suministro de oxígeno, con una temperatura y una humedad controladas, y se debe mantener en un entorno tranquilo para minimizar el estrés hospitalario.
Dependiendo de la gravedad del distrés respiratorio puede ser necesario realizar la exploración física completa de forma escalonada; parte de la exploración es manual y hay que utilizar el fonendoscopio, pero la exploración visual, incluso desde fuera de la jaula de oxígeno, también es muy útil. La exploración se debe centrar en:
Con esta información, el veterinario puede localizar el problema de manera que el plan diagnóstico y terapéutico se adapte al trastorno más probable; además se podrá proporcionar más información al cuidador y, en última instancia, minimizar la morbilidad y la mortalidad. La pulsioximetría, al ser no invasiva, suele ser la primera prueba para valorar objetivamente el estado de oxigenación del paciente. También es útil para evaluar la gravedad de la enfermedad y realizar un seguimiento de la mejoría/descompensación del paciente a lo largo del tiempo; sin embargo, esta técnica puede estresar a algunos animales y el resultado debe correlacionarse con el cuadro clínico. Así, aunque un animal con dificultad respiratoria tenga valores normales en la pulsioximetría, se deberá seguir considerando un paciente crítico y con distrés respiratorio hasta que se demuestre lo contrario. La gasometría arterial es más fiable (y permite calcular el gradiente A-a), pero es técnicamente más complicada y también puede estresar al animal. La gasometría venosa, de ser posible, también puede proporcionar información útil sobre el estado ácido-base y de perfusión (p. ej., lactato) del paciente, pero, sobre todo, también puede indicar hipercapnia, lo que haría plantear la posible incapacidad de ventilar adecuadamente.
Existen diferentes formas de localizar el origen del distrés respiratorio; las autoras utilizan una clasificación en función de 8 posibles localizaciones: vía respiratoria superior, vía respiratoria inferior, parénquima pulmonar, vascular, espacio pleural, pared torácica, distensión abdominal e “imitadores” (Tabla 1a y b).
Tabla 1a. Causas, tratamientos, y pruebas diagnósticas para el distrés respiratorio según la localización del problema.
Localización | Hallazgos | Diagnósticos diferenciales |
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Vías respiratorias superiores |
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Vías respiratorias inferiores |
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Parénquima pulmonar |
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Vascular |
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Espacio pleural |
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Pared torácica |
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Distensión abdominal |
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“Imitadores”” |
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Fisiológicamente, el tracto respiratorio superior comprende desde la nariz y la boca hasta la tráquea a nivel de la entrada torácica. Cuando esta región se encuentra afectada, la exploración suele revelar disnea inspiratoria (aunque algunos animales también presentan esfuerzo espiratorio). También se puede detectar estertor o estridor inspiratorios, tos ruidosa, así como falta de aire o arcadas. La historia clínica y la reseña son útiles; por ejemplo, un Bulldog nervioso, un Labrador de edad avanzada que ha corrido el primer día de calor o un Pitbull joven al que le han visto jugar con un palo, son casos que nos podrían hacer sospechar de un síndrome braquicefálico, una parálisis laríngea o un cuerpo extraño oral, respectivamente. Otros diagnósticos diferenciales incluyen la obstrucción en cualquier punto de las vías respiratorias (secundaria a una masa, cuerpo extraño o absceso), el colapso traqueal, el colapso laríngeo, el colapso/estenosis nasofaríngea, un traumatismo, una coagulopatía o un edema secundario a envenenamiento o golpe de calor.
Tabla 1b. Causas, tratamientos, y pruebas diagnósticas para el distrés respiratorio según la localización del problema.
Localización | Tratamiento de urgencia | Pruebas diagnósticas |
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Vías respiratorias superiores |
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Vías respiratorias inferiores |
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Parénquima pulmonar |
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Vascular |
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Espacio pleural |
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Pared torácica |
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Distensión abdominal |
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“Imitadores” |
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Estos pacientes suelen estar muy estresados debido al esfuerzo para respirar, por lo que es recomendable la sedación con butorfanol y/o acepromacina. Tras la sedación, es necesario vigilar atentamente al paciente para detectar si se relaja demasiado y es incapaz de ventilar o si la vía aérea superior se estrecha aún más debido a la disminución del tono muscular. Si se sospecha una obstrucción en las vías altas, se recomienda preparar la intubación del animal. El ruido respiratorio de un animal con las vías respiratorias obstruidas puede cambiar o incluso dejar de emitirse a pesar de observar un aumento considerable del esfuerzo respiratorio; en este punto, la intubación es necesaria, pero puede ser complicada de realizar dependiendo de la causa de la obstrucción (p. ej., una masa, inflamación, etc.). Para la intubación es recomendable utilizar un tubo endotraqueal más pequeño, pero si la vía respiratoria está comprometida, se puede utilizar un catéter de goma roja o un catéter de intercambio de vía aérea para administrar oxígeno (Figura 1). Algunos trastornos funcionales, como la parálisis laríngea, se pueden diagnosticar fácilmente al explorar la vía aérea en el momento de la intubación, por lo que puede ser urgente la evaluación de las vías respiratorias superiores (tejido laríngeo, paladar blando, orofaringe), pero esto no debe retrasar la intubación o el suministro de oxígeno. Si no se puede intubar con nada más grande que un catéter o un catéter de intercambio de vía aérea, puede ser necesaria la traqueotomía temporal de urgencia (idealmente una vez colocado el tubo más pequeño para permitir cierta oxigenación durante el procedimiento). La traqueotomía se puede realizar con un tubo endotraqueal si no se disponen de tubos transtraqueales (idealmente canulados) utilizando la técnica descrita en la referencia 1.
Algunos pacientes pueden presentar una temperatura corporal elevada (p. ej., por golpe de calor) o su temperatura puede empezar a aumentar en la clínica al presentar esfuerzo respiratorio y no poder perder el calor a través de las vías respiratorias. Si este es el caso, puede ser necesario enfriar al animal (mojando el pelaje con agua tibia, con ventiladores, ambiente fresco, etc.) para reducir la temperatura corporal hasta 39,4°C/103°F. No obstante, no es recomendable bajar la temperatura bruscamente por debajo de este punto, ya que se puede provocar una hipotermia de rebote. Muchos de estos perros desarrollan una inflamación de las vías respiratorias debido al traumatismo de los tejidos producido al respirar con una obstrucción; por lo que se puede considerar la administración de esteroides a dosis antiinflamatorias (p. ej., 0,1 mg/kg IV de fosfato sódico de dexametasona en una única dosis). Algunos pacientes también desarrollan un edema pulmonar post-obstructivo, por lo que para detectar esta complicación puede ser útil la comprobación de los niveles de oxigenación, la auscultación y/o la realización de radiografías torácicas.
Una vez estabilizado el paciente, el diagnóstico debe orientarse a la identificación de la causa de la obstrucción de las vías respiratorias superiores. Está indicado realizar, bajo sedación, una exploración de las vías respiratorias para buscar anomalías en la orofaringe y la laringe, como el síndrome braquicefálico, la parálisis o el colapso laríngeo, o la presencia de cualquier masa o cuerpo extraño. Se puede considerar la realización de radiografías cervicales y torácicas, seguido de fluoroscopia, si se sospecha colapso traqueal o un efecto de masa. También pueden ser necesarias pruebas de diagnóstico avanzadas como la TC y la exploración mediante, por ejemplo, traqueoscopia o nasofaringoscopia, si la causa de la obstrucción no se puede identificar fácilmente con métodos menos invasivos.
Jasper E. Burke
Las vías respiratorias inferiores comprenden el resto del tracto respiratorio, desde la tráquea intratorácica hasta los alvéolos. Los pacientes con enfermedades de las vías respiratorias inferiores suelen presentar estrechamiento del lumen bronquial, que permanece abierto durante la inspiración, pero tiene tendencia a cerrarse durante la espiración, provocando una disnea espiratoria y, a veces, con movimiento de empuje espiratorio. En la auscultación se pueden detectar sibilancias espiratorias. En los perros, la enfermedad más frecuente en esta localización es la broncomalacia, que se observa en bronquitis terminales, pero también son posibles otras causas como los traumatismos, los vermes pulmonares, la inhalación de humo o de sustancias tóxicas y las obstrucciones (p. ej., secundarias a estenosis o cuerpos extraños).
En estos pacientes puede resultar beneficioso, además del aporte de oxígeno, la administración de broncodilatadores como la terbutalina; sin embargo, en perros con sospecha de una cardiomiopatía importante se debe tener precaución, ya que la terbutalina puede aumentar la frecuencia cardiaca. Una vez estabilizado el paciente, es recomendable realizar una radiografía torácica para investigar la presencia de un patrón bronquial o broncointersticial (Figura 2), aunque la sensibilidad diagnóstica de la radiografía para las enfermedades bronquiales en perros es relativamente baja 2. Por tanto, se debe considerar la posibilidad de realizar otras pruebas, como el lavado endotraqueal o transtraqueal con la evaluación citológica. Se podría considerar la fluoroscopia, la broncoscopia o la TC para detectar un colapso dinámico traqueal o bronquial (si no se visualiza en las radiografías), masas o nódulos traqueales, bronquiectasias o la producción excesiva de moco. La correlación entre estas pruebas puede ser relativamente baja en el caso de enfermedades de las vías respiratorias inferiores, por lo que lo ideal es combinar varias pruebas 3,4. Por último, se puede considerar la realización de la prueba fecal de Baermann para detectar parásitos pulmonares, aunque muchas veces se opta por instaurar un tratamiento empírico con fenbendazol. Ante la sospecha de bronquitis, puede estar recomendada la administración de corticoides, disminuyendo progresivamente la dosis; algunos veterinarios prefieren utilizar, como tratamiento a largo plazo, fluticasona inhalada para disminuir la absorción sistémica y los efectos secundarios.
Las enfermedades del parénquima pulmonar también incluyen las enfermedades intersticiales. Los hallazgos típicos de la exploración son la auscultación de crepitaciones o de ruidos respiratorios fuertes, aunque también pueden estar disminuidos en enfermedades graves con acumulación de líquido y colapso pulmonar parcial y, por tanto, falta de flujo de aire. Estos perros pueden presentar esfuerzo inspiratorio, esfuerzo espiratorio o ambos y pueden mostrar un patrón respiratorio restrictivo, con respiraciones cortas y superficiales con o sin esfuerzo abdominal.
La lista de diagnósticos diferenciales es bastante amplia, incluyendo neumonía, edema pulmonar, enfermedades pulmonares intersticiales, neoplasias (primarias o metastásicas), traumatismos (contusiones), o SDRA (síndrome de distrés respiratorio agudo). La neumonía puede ser por aspiración o secundaria a causas infecciosas (bacterianas, víricas o parasitarias). El edema pulmonar puede ser de origen cardiogénico o no cardiogénico. Las enfermedades pulmonares intersticiales incluyen la fibrosis pulmonar idiopática, la enfermedad cardiaca y, más raramente, la bronconeumopatía eosinofílica. Los signos clínicos más específicos, en caso de detectarse, pueden inducir la sospecha de la causa subyacente; por ejemplo, en perros con edema pulmonar cardiogénico se observan soplos o arritmias, mientras que los perros con neumonía pueden presentar tos, secreción nasal mucopurulenta y, a veces, fiebre y la presencia de hemoptisis puede deberse a hemorragias/contusiones. Los perros con sospecha de SDRA suelen desarrollar distrés respiratorio transcurridos 3-7 días de la situación desencadenante o del factor de riesgo (p. ej., sepsis, neumonía, cirugía) y en las pruebas de imagen se evidencia un edema que no es secundario a una sobrecarga de fluidos o a una disfunción cardiaca. Estos pacientes se deben remitir a un hospital veterinario especializado para realizar una investigación más profunda y proporcionar un tratamiento de soporte agresivo. La reseña también puede ser útil para limitar la lista de diagnósticos diferenciales (p. ej., fibrosis pulmonar idiopática en un West Highland White Terrier y bronconeumopatía eosinofílica en un Husky).
Por lo general, dada la cantidad de diagnósticos diferenciales, es necesario realizar pruebas diagnósticas para determinar el tratamiento definitivo; sin embargo, el animal debe estar lo suficientemente estable para realizar las pruebas con seguridad, por lo que se puede iniciar un tratamiento empírico, ya que el estado respiratorio puede no mejorar solo con la oxigenoterapia. Por ejemplo, el grado de sospecha de fallo cardiaco congestivo puede ser mayor en un perro de tamaño pequeño con una enfermedad pulmonar localizable, soplo fuerte y taquicardia, por lo que se puede administrar furosemida de forma empírica. Lo ideal, si se puede realizar una ecocardiografía, es determinar el diámetro de la aurícula izquierda y de la raíz aórtica para calcular el ratio y evaluar el tamaño de la cámara cardiaca; si el valor del ratio es superior a 1,6 se puede considerar que el aumento de la aurícula izquierda probablemente se deba a una enfermedad cardiaca (Figura 3) 5. Si un perro presenta disnea, elevación de la temperatura corporal y secreción nasal mucopurulenta se debe sospechar neumonía y se debe iniciar un tratamiento empírico con antibióticos.
Las radiografías torácicas son las principales pruebas de diagnóstico para las enfermedades del parénquima pulmonar en el perro (Figura 4), junto con la ecografía point of care (POCUS), si está disponible, y el ecocardiograma cuando las enfermedades cardiacas sean parte importante del diagnóstico diferencial (Figura 5). Mientras se obtiene el diagnóstico inicial, puede estar indicada la realización de una TC torácica y un lavado endotraqueal. Los hallazgos ayudarán a determinar si el tratamiento debe consistir en la administración de antibióticos, diuréticos, esteroides, broncodilatadores o solo oxígeno.
Para algunos veterinarios la enfermedad vascular, es decir, el tromboembolismo pulmonar (TEP) es una subcategoría de la enfermedad pulmonar; sin embargo, como no afecta al parénquima, las autoras la consideran una causa aparte. El TEP es difícil de diagnosticar y requiere una investigación completa para identificar la causa de hipercoagulabilidad, ya que los animales están en continuo riesgo de sufrir una enfermedad embólica si no se identifica y corrige la causa primaria. Hay muchos trastornos que pueden causar hipercoagulabilidad y como consecuencia de ello, TEP, incluyendo nefropatías o enteropatías perdedoras de proteínas, hiperadrenocorticismo, anemia hemolítica inmunomediada, neoplasias, sepsis y traumatismos. Los hallazgos de la exploración pueden variar, pero suelen incluir taquipnea de aparición aguda y aumento del esfuerzo respiratorio, y posiblemente, tos, síncope o alteraciones mentales. La auscultación puede ser normal o revelar sonidos pulmonares fuertes, crepitaciones o sibilancias. En caso de derrame pleural concomitante los sonidos pulmonares pueden estar disminuidos.
Al igual que en otras enfermedades comentadas anteriormente, el tratamiento de soporte inicial incluye la administración de oxígeno y la colocación de un catéter intravenoso mientras se realiza la investigación diagnóstica. Las radiografías torácicas pueden revelar varias alteraciones, incluyendo el agrandamiento de la arteria pulmonar principal, la presencia de infiltrados intersticiales o alveolares, zonas radiolúcidas en el parénquima periférico secundario a oligohemia (signo de Westermark), cardiomegalia, derrame pleural o bien, ninguna anomalía. De hecho, el TEP debe formar parte del diagnóstico diferencial de los pacientes que presenten taquipnea y una disnea evidente, pero cuyas radiografías sean normales, especialmente si existen factores de riesgo. Se debe realizar un hemograma y perfil bioquímico para investigar las causas subyacentes; puede detectarse una trombocitopenia y/o la presencia de esquistocitos. El perfil de coagulación (incluyendo específicamente el dímero-D) puede ser útil para elevar el grado de sospecha, pero un resultado normal no excluye el TEP, y la elevación de dímero-D no es específica de la enfermedad 6,7. Se debe realizar una ecografía abdominal, para descartar neoplasias o un foco de sepsis, cuando esté clínicamente indicado. La ecocardiografía a veces puede revelar la presencia de trombos o de alteraciones en la estructura y función cardiaca asociadas a TEP (p. ej., hipertensión pulmonar) 8. La TC con angiografía puede estar indicada para la identificación de émbolos, pero puede ser necesaria la anestesia general. Además, un resultado negativo en la TC no excluye el TEP. En última instancia, se debe tratar la causa subyacente y, si hay un alto grado de sospecha, está recomendada la administración de anticoagulantes como la heparina. También se podría considerar el tratamiento trombolítico, pero se debe valorar teniendo en cuenta el riesgo potencial de hemorragia.
Deborah C. Silverstein
Las enfermedades del espacio pleural dan lugar a la acumulación de material en el espacio entre los pulmones y la pared torácica, lo que provoca la compresión del pulmón, limitando su capacidad de expansión. Este material puede ser líquido (derrame pleural), aire (neumotórax) o una masa (neoplasia o hernia diafragmática). Típicamente, estos animales presentan un patrón respiratorio restrictivo, con respiraciones cortas y superficiales, un esfuerzo inspiratorio con esfuerzo abdominal y una disminución de los sonidos pulmonares (ventralmente, si es líquido y dorsalmente si es aire). Los animales también pueden mostrar un patrón respiratorio paradójico, ya que el diafragma se mueve caudalmente durante la inspiración, y el abdomen se eleva mientras el tórax desciende. En estos casos, la ecografía POCUS es útil para confirmar un derrame o un neumotórax (ausencia del signo de deslizamiento), aunque las radiografías torácicas también pueden confirmar el diagnóstico. Si la exploración es compatible con una enfermedad del espacio pleural, no se dispone de ecografía y el paciente no está lo suficientemente estable como para realizar radiografías, se recomienda la toracocentesis terapéutica para aliviar el distrés respiratorio. Si se obtiene líquido, se debe analizar una muestra siendo recomendable realizar cultivo y antibiograma, ya que la lista de diagnósticos diferenciales es diversa incluyendo neoplasias, piotórax, quilotórax, fallo cardiaco, hemotórax, torsión del lóbulo pulmonar y hernia diafragmática. Se recomienda determinar el hematocrito, las proteínas totales, la glucosa, el lactato y realizar una evaluación citológica del líquido en la propia clínica para investigar si se trata de hemotórax, trasudado frente a exudado o una efusión séptica. Tras la toracocentesis, se recomienda realizar radiografías para identificar una posible causa, como bullas pulmonares, una masa pulmonar o cardiomegalia (Figuras 6 y 7). La TC también puede estar indicada mientras se esperan los resultados de la evaluación inicial. Si es necesario repetir varias veces la toracocentesis, se debe considerar la colocación de un tubo torácico mientras se continúan realizando otras pruebas diagnósticas y/o hasta instaurar el tratamiento definitivo (p. ej., cirugía en caso de neumotórax espontáneo secundario a bullas pulmonares).
Las enfermedades de la pared torácica incluyen las que afectan al esqueleto, la musculatura y los nervios relacionados con la pared del tórax. Estos animales suelen presentar hipoventilación, con una disminución del movimiento de la pared torácica y, a veces, un aumento del movimiento abdominal durante la inspiración. Los diagnósticos diferenciales más frecuentes son los traumatismos y las etiologías neuromusculares. En el caso de lesiones traumáticas, la historia clínica o la exploración externa suelen indicar lo que posiblemente ha ocurrido. Además de la presencia de cualquier herida externa, puede observarse un tórax inestable o “volet torácico”: definido como la fractura de dos o más costillas adyacentes en al menos dos sitios, dorsal y ventralmente, lo que hace que una parte de la pared torácica se vuelva inestable y se mueva hacia dentro durante la inspiración espontánea. En estos casos, se deben administrar analgésicos (idealmente opioides puros mu, como fentanilo o metadona), se deben cubrir las heridas y el perro se debe colocar en decúbito lateral con el lado afectado sobre la mesa para estabilizar la pared torácica y favorecer la ventilación con el lado menos lesionado del tórax. Estos pacientes también pueden presentar enfermedades pulmonares y/o del espacio pleural (p. ej., contusiones pulmonares o neumotórax), por lo que los hallazgos de la auscultación son variables. La ecografía POCUS puede ser útil para identificar algunas alteraciones (p. ej., derrame pleural, edema pulmonar o ausencia del signo de deslizamiento). Si no es evidente en el momento, las radiografías torácicas pueden ser útiles para evidenciar la penetración intratorácica, en cuyo caso está indicada la intervención quirúrgica (Figura 8). Se deben explorar todas las heridas externas y el veterinario debe estar preparado para la exploración torácica, independientemente de los resultados de las pruebas de imagen, ya que las heridas externas muchas veces no revelan toda la extensión de la lesión.
Las causas neurológicas pueden ser centrales, como las intracraneales (p. ej., causas neoplásicas, infecciosas, inflamatorias, vasculares), de la médula espinal cervical (p. ej., hernia de disco intervertebral, neoplasias, causas infecciosas, inflamatorias o vasculares), lesiones del nervio frénico, así como periféricas, incluyendo miastenia gravis, botulismo, parálisis por picadura de garrapatas, polirradiculoneuritis o tétanos. El examen neurológico y musculoesquelético ayudará a diferenciar estas causas; los animales con trastornos intracraneales pueden presentar un estado mental alterado, si la médula espinal cervical está afectada el estado mental puede ser normal, pero es posible la tetraplejía, mientras que los animales con afecciones periféricas pueden mostrar parálisis flácida o rígida dependiendo de la causa. En estos casos, puede haber una disfunción de los músculos de la pared torácica y del diafragma y los animales pueden tener una respiración muy superficial y con la boca abierta (“boca de pez”). Es probable que en estos pacientes sea necesaria la intubación y la ventilación manual o mecánica. En los casos aparentemente menos graves, puede ser útil realizar una gasometría venosa para determinar si existe hipercapnia, en cuyo caso también estarían indicadas la intubación y la ventilación asistida. Los tratamientos más específicos dependerán del diagnóstico y de la causa de la hipoventilación. En los perros en los que se sospecha un trastorno intracraneal o de la columna vertebral cervical puede ser necesario realizar, en última instancia, una RM, pero antes, en la evaluación inicial, se debe incluir la realización de un análisis de sangre (hemograma y bioquímica) y de radiografías torácicas (y cervicales, en caso de mielopatía cervical). En pacientes con sospecha de una causa periférica puede ser útil la exploración exhaustiva para buscar garrapatas (y la aplicación tópica preventiva de una dosis de antiparasitario frente a garrapatas), las pruebas de anticuerpos contra el receptor de acetilcolina para el diagnóstico de miastenia gravis, y/o la evaluación de la respuesta a la neostigmina y las pruebas séricas o fecales para identificar la toxina botulínica, así como la electromiografía, una vez estabilizado el paciente.
La distensión abdominal puede provocar distrés respiratorio al limitar el movimiento caudal del diafragma y, por tanto, impedir la expansión pulmonar. La distensión abdominal puede deberse a varias causas, incluyendo la presencia de masas, la ascitis, la organomegalia, la dilatación gástrica (+/- vólvulo) y la gestación. La exploración física suele revelar una distensión evidente, pudiéndose palpar una onda ascítica o un abdomen timpánico, lo que llevará a la realización de pruebas de diagnóstico por imagen abdominales (radiografías, ecografías, incluyendo la POCUS si está disponible). La administración de oxígeno no perjudicará a estos pacientes, pero en última instancia es necesario abordar el problema abdominal para aliviar la presión sobre el diafragma.
Hay una serie de situaciones en las que el animal puede parecer que tiene dificultad respiratoria: la hipertermia, la ansiedad, la excitación, el dolor, la acidosis metabólica (p. ej., la respiración de Kussmaul asociada a la acidemia grave), la anemia, el shock, la hipoglucemia y el efecto de diversos fármacos (p. ej., estimulantes, opiáceos, corticosteroides) se pueden manifestar de forma similar a la disnea. La anamnesis, la exploración física y las pruebas diagnósticas, como la pulsioximetría (normal), el análisis de sangre (p. ej., la gasometría arterial para comprobar la oxigenación normal, o la gasometría venosa para valorar el estado ácido-base, el hematocrito, el anión gap, etc.) y las radiografías torácicas pueden ayudar a determinar si se trata o no de una verdadera disnea. También puede ser útil la administración de analgésicos o ansiolíticos, pero en última instancia, es necesario tratar la causa subyacente para resolver la alteración respiratoria detectada en la exploración.
El tratamiento de los perros con distrés respiratorio puede resultar estresante; su estado es delicado y el veterinario debe trabajar de forma eficaz y con una manipulación mínima para evitar la descompensación del paciente. La evaluación inicial incluye la estabilización mediante la administración de oxígeno y posiblemente de sedantes, junto con la creación de un acceso intravenoso si es posible, ya que puede ser útil la realización de gasometrías. La exploración rápida y centrada en la auscultación y la caracterización del patrón respiratorio ayudarán a localizar el proceso patológico. Una vez localizado el problema, la investigación diagnóstica sistemática y apropiada puede ayudar a identificar y tratar la causa, aunque a veces, está indicado el tratamiento empírico basado en la historia y la exploración física cuando el perro está demasiado inestable para la realización de pruebas diagnósticas adicionales.
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