Introducción a la osteoartritis: qué, cómo y por qué
Este artículo cuestiona la información disponible sobre la osteoartritis (OA) canina en diferentes páginas web y artículos de revisión mediante una serie de preguntas y respuestas, de manera que el lector pueda conocer con más detalle lo que actualmente se sabe sobre esta enfermedad, destacando lo que todavía queda por hacer respecto al manejo.
¿Es la osteoartritis un problema frecuente?
“La osteoartritis (OA) es un problema muy frecuente en pequeños animales, al igual que en las personas; se ha estimado que alrededor del 30-50% de los perros y gatos padecerán OA en algún momento de su vida.”
¿Es esto cierto? ¿Cuál es la prevalencia real de la osteoartritis canina en los países occidentales?
La prevalencia de la OA varía entre el 6,6% (según los datos de 3.884 perros registrados en clínicas generalistas de Reino Unido 1) y el 20% de los perros de más de un año de edad 2,3). Sin embargo, esta última cifra se basa en un estudio en perros de centros de referencia de Norteamérica realizado en 1997 (y los datos del estudio no están disponibles), y cabe esperar que en los centros de referencia la prevalencia de la enfermedad sea mayor 4. En un estudio reciente se realizó una encuesta a 504 cuidadores clientes de 9 clínicas de EE.UU. y se determinó que la prevalencia de la OA era del 37,3% (confirmada mediante la exploración veterinaria +/- radiografías) 3. Esta cifra es superior a la mencionada anteriormente, pero el tamaño de la muestra de la población es bajo y susceptible de sesgo. Por último, en un estudio con 455.557 perros de clínicas generalistas de Reino Unido, se estimó una prevalencia anual del 2,5% 4. Por lo tanto, se podría sugerir que en un país como Canadá, con alrededor de 8 millones de perros en el 2023, unos 200.000 perros padecen anualmente OA, con una prevalencia global de entre el 10,0-20,0%.
Y lo que es más importante, en estos estudios epidemiológicos la mediana de edad a la que se diagnosticó OA por primera vez fue de 10,5 años 4, lo que difiere significativamente de la mediana de edad (4,8 años) de la población general de perros con enfermedades 1. Además de la edad, se han identificado otros factores de riesgo, incluyendo en primer lugar el peso corporal y el tamaño del perro 4,5,6. La esterilización también se ha asociado con un mayor riesgo de OA 7; se ha reconocido que las hormonas sexuales tienen un efecto protector frente a la OA y la esterilización provoca indirectamente un aumento de peso. Se supone que la genética es un factor que también influye en el riesgo de OA 5, y se necesita una mayor investigación sobre los casos en los que los defectos en la conformación anatómica (especialmente el tamaño del cuerpo y las extremidades) y en el ángulo de las articulaciones (exigidos por el estándar racial) son una causa importante de OA canina. Sin embargo, no está tan clara la influencia de la raza (no hay diferencias significativas entre las razas mixtas y puras 1,4) del tamaño (hay una mayor incidencia en razas medianas/grandes) y el sexo (puede afectar con una frecuencia ligeramente superior a los machos 4).
Según la opinión del autor, la OA canina se diagnostica con mayor frecuencia a los 8 años de edad y los perros de más de 12 años son los que tienen una mayor probabilidad de diagnóstico de OA en comparación con otros rangos de edad 4. Por lo tanto, ¿se trata de una enfermedad asociada al envejecimiento, al igual que en las personas 8? La OA también se ha diagnosticado en perros jóvenes (1,5-2 años de edad), por lo que se sospecha que los cuidadores detectan los signos y/o estos se investigan en estadios más avanzados, cuando son más evidentes y los animales más mayores 4,5. ¿El hecho de no detectar precozmente la OA puede estar relacionado con la insuficiente concienciación del problema en la población general, incluyendo cuidadores 9 y veterinarios- y/o con la utilización de métodos de detección no validados, que nos llevan a asociar erróneamente la OA con el proceso normal de envejecimiento? Tal y como se ha descrito en estudios 5, las alteraciones asociadas al envejecimiento se deben interpretar con cautela, estando justificada la realización de estudios longitudinales para investigar la relación entre la edad y el desarrollo de OA.
¿Qué es la osteoartritis?
“La osteoartritis es un trastorno degenerativo y progresivo de las articulaciones sinoviales. Se caracteriza por la presencia de dolor e inflamación crónica de bajo grado, con un deterioro de la estructura y función articular a largo plazo. La OA afecta a muchos tejidos, como el cartílago, el hueso subcondral, la cápsula articular y el líquido sinovial.”
¿Es esto correcto? ¿Qué ocurre con otras estructuras implicadas en la OA?
Esta definición es parcialmente correcta, aunque la OA también deteriora los ligamentos y los tendones de la articulación afectada, tal y como se ha evidenciado recientemente mediante las pruebas de resonancia magnética 10. Por otro lado, el deterioro articular previo y/o la pérdida de masa muscular, como la sarcopenia que se produce en los animales de edad avanzada, podrían aumentar el riesgo de desarrollar OA 5. Aunque la OA afecta inicialmente a la matriz cartilaginosa, en última instancia conduce a la degeneración articular total, afectando al hueso subcondral, la cápsula articular, el líquido sinovial, así como a los meniscos, ligamentos, tendones y músculos. Una vez que se produce el adelgazamiento del cartílago, los tendones y los ligamentos se ven sometidos a una mayor tensión y se termina produciendo un estiramiento anormal de los mismos, lo que contribuye al derrame sinovial y a la formación de osteofitos. Las alteraciones estructurales contribuyen al dolor articular mientras se produce el movimiento debido a la liberación de factores inflamatorios y catabólicos. Sin embargo, al igual que en las personas 11, la intensidad del dolor no está necesariamente asociada a la lesión anatómica evidenciada en las radiografías 12.
El dolor es la manifestación clínica más importante de la OA canina y en la intensidad del dolor está implicada toda la articulación, incluyendo la inervación y la vascularización. Aunque el cartílago es aneural, el periostio, el hueso subcondral, los tejidos blandos (incluyendo la inserción del ligamento), los meniscos y la membrana sinovial están inervados (Figura 1). Los factores inflamatorios y neurotróficos liberados en la articulación (p. ej., el factor de crecimiento nervioso [FCN]) contribuyen al aumento de la capacidad de respuesta de las fibras del dolor. Se ha demostrado que los perros con OA y cojera crónica tienen un nivel más elevado de FCN en el líquido sinovial respecto al de las articulaciones sanas 13. Se podría producir una sensibilización periférica, caracterizada por la hipersensibilidad en la articulación afectada. Además, la neovascularización de la unión osteocondral contribuye a la propagación de la inflamación y la sensibilización. Como consecuencia de la estimulación continua y la entrada al cerebro de estímulos de alta frecuencia de los nociceptores se produce el fenómeno de “wind-up” (amplificación de la señal dolorosa) y, en última instancia, se podría producir neuroplasticidad, sensibilización central y deterioro de la modulación endógena del dolor 14. Como consecuencia de las lesiones estructurales, el movimiento articular es más difícil de realizar, lo que provoca dolor, rigidez y cojera. Al disminuir la movilidad se produce una mayor debilidad muscular y de los ligamentos, lo que contribuye a su vez a la inmovilización y la atrofia muscular, dando lugar así, al círculo vicioso del dolor (Figura 2) 10. Esta es una de las razones por las que, en las primeras fases de la OA canina, está recomendada la realización controlada de ejercicio 15.
Por lo tanto, la OA es una enfermedad progresiva de la articulación sinovial, sin embargo, esta definición simplista puede resultar engañosa; una única lesión estructural a menudo provoca dolor nociplásico e hipersensibilizado y, con el tiempo, la expresión neurológica puede tener dimensiones biológicas, psicológicas y sociales (Figura 3).