Los cambios en la composición de la microbiota del intestino delgado suelen dar lugar a cambios detectables en el microbioma fecal, según lo evaluado en el ID. En algunos pacientes, el aumento de bacterias en el intestino delgado puede resultar en enfermedad. Se puede sospechar una disbiosis de intestino delgado cuando en un panel GI, la concentración de folato sérico aumenta y la de cobalamina disminuye, pero hay que tener en cuenta que ambos marcadores tienen baja sensibilidad y especificidad.
Tratamiento de la disbiosis
La disbiosis muchas veces es solo un componente de la enfermedad intestinal y, generalmente, es necesario adoptar un tratamiento multimodal que aborde la causa subyacente. En algunos casos, como en la IPE, el tratamiento con suplementos de enzimas pancreáticas mejora los signos clínicos y, a menudo, el microbioma intestinal se normaliza pasadas varias semanas 13, pero en perros con EC no existe un marcador que prediga cuál es el mejor tratamiento para cada paciente en concreto, por lo que muchas veces es necesario realizar escalonadamente ensayos terapéuticos consecutivos 16. Las opciones de tratamiento de la disbiosis incluyen la modificación de la dieta, pre- y probióticos, antimicrobianos y el trasplante de microbiota fecal (TMF). Cada una de estas opciones actúa sobre un mecanismo diferente (Tabla 2); por lo que la combinación de varios tratamientos conlleva mejores resultados.
Tabla 2. Opciones para el tratamiento de la disbiosis.
Los cambios en la dieta deben ser siempre la primera opción en pacientes estables. En varios estudios se ha demostrado que entre el 50 y el 70% de los perros con EC responden a estrategias nutricionales 16, siendo las dietas de elevada digestibilidad, con proteína novel o hidrolizada, las utilizadas con más frecuencia. La mayoría de estas dietas son hipoalergénicas y al ser muy digestibles reducen la cantidad de nutrientes no digeridos en la luz GI, disminuyendo la posibilidad de sobrecrecimiento bacteriano. En la mayoría de las enteropatías que responden a la dieta, solo con la modificación nutricional se consigue la remisión clínica y una mejora gradual de la inflamación intestinal y de la disbiosis durante varios meses 10,17.
Los probióticos pueden administrarse solos en casos leves o junto con la modificación dietética. Como la concentración bacteriana de cualquier probiótico es pequeña en comparación con la microbiota intestinal existente, el impacto directo en la composición de la microbiota es pequeño. Sin embargo, estas bacterias se adhieren a la mucosa y pueden tener efectos beneficiosos, como una menor duración de la diarrea aguda y la reducción de los efectos secundarios gastrointestinales asociados a los antibióticos, como los vómitos o la diarrea 18. Se ha demostrado que los probióticos de alta potencia multicepa reducen el número de C. perfringens en perros con diarrea hemorrágica aguda 19 y refuerzan la barrera intestinal en perros con EC 20. Sin embargo, dada la variedad de productos comerciales sin un control de calidad adecuado, es importante elegir un producto cuya eficacia se haya demostrado en estudios clínicos publicados.
Los prebióticos son carbohidratos no digestibles que favorecen el crecimiento de microorganismos beneficiosos. Se pueden dividir en fibras solubles o insolubles y en fibras fermentables o no fermentables. Los prebióticos fermentables se transforman en AGCC por la acción de las bacterias presentes en el colon. La mayoría de las dietas gastrointestinales comerciales contienen prebióticos y las dietas altas en fibra pueden ser beneficiosas en ciertas enfermedades (p. ej., colitis). La incorporación de psyllium (fibra soluble) en la dieta, a razón de 0,5-1 g/kg de peso corporal al día, puede mejorar la calidad de las heces en animales con enfermedad del intestino grueso. Primero se debe administrar en pequeñas cantidades y después se aumenta progresivamente hasta lograr la consistencia fecal deseada.
Aunque tradicionalmente se ha recomendado el uso de antibióticos como la tilosina o el metronidazol para el tratamiento de la EC, actualmente existe controversia sobre su administración como tratamiento de primera línea 16. A pesar de producirse una mejoría de los signos clínicos, presumiblemente por la reducción de la carga bacteriana, muchas veces se produce una reaparición de los signos tras finalizar el tratamiento, una vez que las bacterias vuelven a desarrollarse, ya que los antibióticos rara vez resuelven el proceso patológico subyacente 15,21,22. Entre las opciones más utilizadas se encuentra el metronidazol (10-15 mg/kg cada 12 h) y la tilosina (25 mg/kg cada 12 h) durante 4-6 semanas, pero como se ha señalado antes, ambos fármacos inducen una disbiosis en el intestino grueso que a veces puede durar meses 8,9,11. En estudios se ha observado que el metronidazol favorece el desarrollo de una disbiosis duradera en perros con diarrea aguda 11 y la amoxicilina-ácido clavulánico puede favorecer un aumento de E. coli resistentes 23. Generalmente, la antibioterapia no es recomendable como tratamiento de primera línea de la EC por varias razones: solo el 10-16% de los perros con EC responden a los antibióticos, la mayoría de ellos recae tras finalizar el tratamiento y los antibióticos afectan negativamente al microbioma. Sin embargo, es una opción que se debe considerar cuando no se obtiene una respuesta satisfactoria con la dieta y el tratamiento antiinflamatorio o en pacientes con signos de inflamación sistémica 16 e invasión y persistencia de bacterias en la mucosa intestinal (p. ej., en la colitis granulomatosa asociada a E. Coli). Un pequeño porcentaje de perros con EC puede no responder a ningún otro tratamiento, en cuyo caso puede ser necesaria la administración de antibióticos a largo plazo, disminuyendo la dosis hasta la mínima efectiva.
El trasplante de microbiota fecal (TMF) puede ayudar a restaurar la microbiota normal y a la mejoría de los signos clínicos 11 en algunos casos de disbiosis. Esta técnica consiste en la transferencia de heces de un donante sano al intestino de un receptor, utilizando cápsulas orales, endoscopia o enemas (Figuras 5 y 6). En medicina humana, la tasa de éxito del TMF es muy elevada (> 90%) en caso de infección recurrente por C. difficile, pero el éxito en la enfermedad inflamatoria intestinal es más limitado debido a la inflamación crónica subyacente.