Revista veterinaria científica internacional para el profesional de los animales de compañía
Veterinary Focus

Número de edición 33.1 Sistema Gastrointestinal

EPP en perros: causas y tratamientos

Fecha de publicación 07/06/2023

Escrito por Sara A. Jablonski

Disponible también en Français , Deutsch , Italiano , Português , Română , English y 한국어

La enteropatía perdedora de proteínas en el perro es un síndrome heterogéneo, por lo que el veterinario debe enfocar cada caso de forma individualizada.

Microfotografía (x10 aumentos) donde se observa una marcada linfangiectasia intestinal y una duodenitis linfoplasmocitaria

Puntos clave

La enteropatía perdedora de proteínas (EPP) es un síndrome que se produce como consecuencia de diversos trastornos.


Las causas más frecuentes de EPP en el perro son la enteropatía inflamatoria crónica y la linfangiectasia intestinal. 


Para diagnosticar una EPP hay que descartar otras causas de hipoalbuminemia y adoptar un enfoque sistemático para determinar la causa de la EPP. 


El proceso patológico de la EPP es heterogéneo y, en muchos casos, la modificación de la dieta es parte importante del tratamiento.


Introducción

La enteropatía perdedora de proteínas (EPP) es un síndrome caracterizado por la pérdida excesiva de proteínas a través de la mucosa intestinal. Esta pérdida se produce por una alteración de la permeabilidad intestinal y de la absorción de proteínas, por la erosión o ulceración directa de la mucosa con la consecuente pérdida secundaria de proteínas, y/o por la alteración concomitante de la función linfática y pérdida directa de linfa rica en proteínas. Por tanto, la EPP se produce como consecuencia de una amplia variedad de trastornos, incluyendo procesos neoplásicos, infecciosos, mecánicos, inflamatorios y otros diversos (Tabla 1). La enteropatía inflamatoria crónica (EIC) y la linfangiectasia intestinal (LI) son las causas más frecuentes de EPP en el perro 1. La EIC es el término utilizado para describir a los trastornos gastrointestinales (GI) caracterizados por una duración de los signos clínicos de 3 semanas o más, en pacientes en los que se han descartado causas neoplásicas, infecciosas, endocrinas, mecánicas o extragastrointestinales y existe la evidencia histopatológica de inflamación intestinal. El término de enfermedad inflamatoria intestinal (EII) se suele reservar a los casos en los que la biopsia confirma el diagnóstico de enteritis inflamatoria, pudiendo no haber respondido al tratamiento empírico dietético o antibiótico y, como estos estrictos criterios se cumplen en muy pocos pacientes, es preferible utilizar términos más amplios como el de enteropatía crónica (EC) o EIC. La linfangiectasia intestinal se caracteriza por la dilatación, en mayor o menor grado, de los vasos linfáticos intestinales, linfangitis y/u obstrucción o rotura de las vías linfáticas. En un reciente estudio de revisión se encontró que de 469 perros con EPP, 314 (68%) fueron diagnosticados de EIC y 214 (46%) de LI 1. Aunque la EPP también puede afectar a los gatos, es mucho más frecuente en los perros. Este artículo se centra en la presentación clínica, el procedimiento diagnóstico y el tratamiento de las causas más frecuentes de EPP en el perro, destacando las últimas novedades al respecto.

Tabla 1. Posibles etiologías de la EPP en el perro.

Enfermedades que alteran la permeabilidad intestinal y/o lesionan la mucosa 
Úlcera intestinal
Obstrucción crónica intestinal:
  • Cuerpo extraño
  • Intususcepción
Enfermedad de las criptas intestinales (se desconoce si es primaria o secundaria)
Hipoadrenocorticismo (enfermedad de Addison)
Enteropatías crónicas 
Enteropatías infecciosas:
  • Fúngicas (Histoplasmosis, pitiosis)
  • Parasitarias (Anquilostomas, esquistosomas)
  • Víricas (Parvovirus)
  • Bacterianas – raras (Campylobacter, Salmonella)
Neoplasias:
  • Linfoma intestinal (solitario o difuso)
  • Adenocarcinoma intestinal
Enfermedad linfática
Linfangiectasia primaria (predisposición genética)
Linfangiectasia secundaria:
Frecuente
  • Enteropatías crónicas 
  • Neoplasia intestinal
Menos frecuente
  • Fallo cardiaco derecho
  • Pericarditis constrictiva
  • Hipertensión portal
Linfangitis lipogranulomatosa focal

 

Hallazgos clínicos 

La EPP se puede diagnosticar en perros de cualquier edad o sexo. Las razas afectadas con mayor frecuencia que se han descrito en varios estudios son el Yorkshire Terrier, el perro mestizo, el Border Collie, el Pastor Alemán y el Rottweiler 1. Entre las razas con predisposición a la LI se encuentran el Lundehund Noruego, el Shar-pei Chino, el Rottweiler, el Maltés, el Soft-Coated Wheaten Terrier y el Yorkshire Terrier 1,2,3.

La EPP se suele manifestar con signos gastrointestinales crónicos recidivantes o progresivos, pérdida de peso y signos asociados a la hipoalbuminemia (p. ej., ascitis, derrame pleural, edema subcutáneo). La diarrea, la pérdida de peso y la disminución del apetito son los signos más frecuentes, mientras que los vómitos son menos frecuentes. En el 5-10% de los casos no se observan signos gastrointestinales y los signos asociados a la hipoalbuminemia suelen ser el motivo de consulta. Con menos frecuencia, el motivo de consulta se debe a los signos relacionados con las complicaciones sistémicas de la EPP; por ejemplo, un perro con una baja concentración de calcio iónico puede presentar temblores, prurito facial o convulsiones focales o generalizadas, y un perro con tromboembolismo puede presentar signos respiratorios, neurológicos o musculoesqueléticos 1,4,5

Los hallazgos de la exploración física pueden variar; en algunos casos no hay nada reseñable en la exploración y en otros casos se detectan anomalías graves. Entre las alteraciones identificadas frecuentemente se encuentran la pérdida de la condición corporal y/o muscular como consecuencia de la desnutrición (Figura 1a y b), la distensión abdominal (con una “onda de líquido” palpable), el edema periférico y/o la disminución de ruidos pulmonares secundaria al derrame pleural. En raras ocasiones se observa quemosis secundaria a la hipoalbuminemia (Figura 2). La exploración rectal puede revelar una mucosa rectal engrosada o rugosa y/o la presencia de heces diarreicas.

Images depicting the body condition of a 4-year-old, female neuter Soft-Coated Wheaten Terrier
a
Imágenes que muestran el estado de la condición corporal de una perra Soft-Coated Wheaten Terrier, esterilizada, de 4 años de edad antes de presentar signos clínicos de EPP (a) y tras el diagnóstico de EPP como consecuencia de una linfangiectasia intestinal importante y una enteritis linfoplasmocitaria moderada
b

Figura 1. Imágenes que muestran el estado de la condición corporal de una perra Soft-Coated Wheaten Terrier, esterilizada, de 4 años de edad antes de presentar signos clínicos de EPP (a) y tras el diagnóstico de EPP como consecuencia de una linfangiectasia intestinal importante y una enteritis linfoplasmocitaria moderada (b).
© Sara A. Jablonski

 

El hallazgo característico de la EPP en el perfil bioquímico es la hipoalbuminemia. Otros hallazgos frecuentes en el hemograma completo y la bioquímica sérica incluyen linfopenia, diversos tipos y grados de leucocitosis, hipocolesterolemia, disminución de la creatinina sérica, aumento de la actividad de las enzimas hepáticas (normalmente leve), hipocalcemia, hipomagnesemia e hipoglobulinemia. Aunque la hipoglobulinemia es frecuente, algunos perros con EPP presentan una concentración sérica de globulina normal o incluso aumentada. 

Cabe esperar el desarrollo de una hipocalcemia (concentración baja del calcio total) secundaria a la hipoalbuminemia, pero también se puede producir una hipocalcemia de calcio iónico, muchas veces asociada a la disminución sérica de 25-hidroxivitamina D. Los niveles bajos de calcio iónico también pueden ir acompañados de niveles bajos de magnesio iónico y de alteraciones secundarias de la glándula paratiroides 6,7. Por lo tanto, la determinación de estos parámetros también se debe considerar. La hipocobalaminemia también es un hallazgo frecuente en perros con EPP, al igual que la disminución de la concentración sérica de folato y el aumento de la lipasa pancreática canina (cPLI). Por último, en las pruebas viscoelásticas se ha evidenciado un estado de hipercoagulabilidad en perros con EPP 8, pero este hallazgo no se ha correlacionado directamente con el desarrollo de tromboembolismo. 

Quemosis

Figura 2. Quemosis (efecto clínico raro de la hipoalbuminemia) en un Border Collie, macho, castrado, de 5 años de edad con EPP debido a una enteritis linfoplasmocitaria y neutrofílica moderada y una linfangiectasia intestinal leve.
© Sara A. Jablonski

Procedimiento diagnóstico

En la evaluación diagnóstica inicial de un perro en el que se sospecha una EPP se deben considerar y excluir cuidadosamente las posibles causas no gastrointestinales de hipoalbuminemia (Tabla 2). En caso necesario se puede determinar la concentración del inhibidor de la alfa-1-proteinasa fecal para confirmar la pérdida de proteínas a través del tracto gastrointestinal. El inhibidor de la alfa-1-proteinasa, también denominado alfa-1-antitripsina, tiene un peso molecular similar al de la albúmina y, como normalmente no se absorbe ni se secreta de forma activa en el intestino y es resistente a la hidrólisis, es un marcador ideal de la pérdida intestinal de proteínas 9. Esta prueba probablemente sea más útil en pacientes que también tienen una pérdida renal de proteínas o disfunción hepática, en cuyo caso el diagnóstico de EPP es más complicado. Tras este paso, es recomendable realizar otras pruebas diagnósticas antes de obtener una biopsia intestinal. Entre ellas se encuentran las pruebas para el diagnóstico de hipoadrenocorticismo; si la concentración de cortisol sérico basal es >2 µg/dl se descarta el hipoadrenocorticismo, pero si se obtiene un valor inferior, se debe realizar una prueba de estimulación con ACTH para descartarlo. También se pueden realizar pruebas para la detección fecal de helmintos y de Giardia duodenalis, pruebas de diagnóstico por imagen y pruebas específicas para enfermedades infecciosas (p. ej., prueba de antígenos en orina y el raspado rectal para detectar histoplasmosis mediante citología) en función del riesgo de exposición del paciente y de la sospecha clínica. 

Tabla 2. Causas no GI de hipoalbuminemia y pruebas de exclusión.

Trastorno Pruebas de exclusión
Insuficiencia/disfunción hepática  Pruebas de ácidos biliares  
Nefropatía perdedora de proteínas  Urianálisis +/- cociente proteína:creatinina en orina
Insuficiencia pancreática Prueba de la TLI (Trypsin-like Immunoreactivity) en ayunas
Hemorragia Exploración física incluyendo la exploración rectal y la evaluación de derrames cavitarios 
Dilución o redistribución de la albúmina
Evaluar la enfermedad renal y cardiaca
Evaluar la evidencia de vasculitis o derrames

 

Las radiografías torácicas pueden ser útiles para detectar evidencias de derrame pleural, enfermedad metastásica o enfermedad fúngica. Si se considera que puede haber una obstrucción crónica del intestino delgado se deben realizar radiografías abdominales. La ecografía abdominal puede ser útil para descartar lesiones focales o extraluminales que requieran otro enfoque diagnóstico y/o para realizar una aspiración con aguja fina de masas o ganglios linfáticos anormales como método de diagnóstico no invasivo. En caso de derrame peritoneal se debe obtener una muestra de líquido para analizarlo; en la EPP cabe esperar la presencia de un trasudado puro. En la ecografía abdominal, la presencia de estrías hiperecogénicas en la mucosa intestinal (Figura 3) respalda el diagnóstico de linfangiectasia intestinal, pero este no es un hallazgo específico 10. La evaluación diagnóstica también debe incluir la realización de pruebas para detectar las alteraciones mencionadas anteriormente, principalmente, la hipocalcemia de calcio iónico y la hipocobalaminemia. 

Ecografía transversal donde se observan estrías hiperecogénicas en la mucosa del intestino delgado en una perra Goldendoodle

Figura 3. Ecografía transversal donde se observan estrías hiperecogénicas en la mucosa del intestino delgado en una perra Goldendoodle, esterilizada de 7 años de edad con EPP.
© Sara A. Jablonski

Para establecer el diagnóstico definitivo de EPP suele ser necesaria la biopsia para realizar una evaluación histopatológica y este procedimiento sigue siendo importante por varias razones. En primer lugar, porque la biopsia permite descartar las causas infecciosas o neoplásicas de la EPP, pero también es importante para determinar la presencia de una EIC, una LI o de ambos procesos (y cuál parece predominante). Es importante señalar que el 76% de los perros con EIC e hipoalbuminemia también presentan algún grado de LI/dilatación linfática 11, por lo que es frecuente que estos procesos se presenten de forma concomitante. En cuanto a la técnica para la biopsia, la exploración quirúrgica ofrece la ventaja de poder identificar las áreas focales afectadas, así como de obtener múltiples biopsias de todos los segmentos del intestino y de otros tejidos (p. ej., hígado, ganglio linfático) según esté indicado. Sin embargo, la biopsia obtenida mediante endoscopia flexible ofrece muchas ventajas y suele ser la opción preferida, ya que es un método mucho menos invasivo y la recuperación es más rápida que con la laparotomía. Además, la endoscopia permite la visualización directa de la mucosa y seleccionar las zonas con tejido anormal a biopsiar. Concretamente, la presencia de “puntos blancos” en la mucosa (Figura 4) se ha asociado con LI 12. La patología puede variar en función de los diferentes segmentos del intestino, por lo que es muy recomendable realizar tanto una esofagogastroduodenoscopia (endoscopia “superior”) como una ileocolonoscopia (endoscopia “inferior”) 13. Es importante destacar que la endoscopia tiene limitaciones; la calidad de las biopsias endoscópicas puede afectar a la capacidad de establecer un diagnóstico preciso, normalmente el yeyuno no se puede biopsiar y se pueden pasar por alto lesiones más profundas de la pared intestinal. Además, aunque se ha publicado una guía para la interpretación de las alteraciones inflamatorias y morfológicas de la mucosa GI del perro y el gato (plantilla/sistema de puntuación de WSAVA) 14, existen controversias y diferencias, entre un observador y otro en cuanto a la interpretación de las muestras de biopsia intestinales. Además, los hallazgos histopatológicos no se han correlacionado de forma consistente y precisa con los signos clínicos ni con la respuesta al tratamiento. Parte de la responsabilidad recae en el veterinario que interpreta los resultados, quien debe revisar detalladamente el informe histopatológico y utilizar su criterio clínico, especialmente cuando las muestras no son adecuadas.

Presencia de “puntos blancos” aislados o coalescentes en el intestino delgado

Figura 4. Presencia de “puntos blancos” aislados o coalescentes en el intestino delgado, compatible con dilatación de las vías linfáticas, en una perra Soft-Coated Wheaten Terrier, esterilizada, de 5 años de con una marcada linfangiectasia intestinal, diagnosticada histológicamente, y síndrome clínico de EPP.
© Sara A. Jablonski

Los hallazgos histopatológicos más frecuentes en perros con EPP incluyen la presencia de LI (Figura 5), edema de la mucosa, varios tipos y grados de infiltrado inflamatorio y de criptas quísticas dilatadas (Figura 6). En las biopsias intestinales obtenidas por endoscopia se ha descrito la presencia de linfangiectasia intestinal en las vellosidades intestinales, la lámina propia y la submucosa 15, por lo que es importante que los anatomopatólogos evalúen la presencia de linfangiectasia en cada una de estas áreas. Las lesiones de las criptas parecen ser especialmente más frecuentes en perros de raza Yorkshire Terrier 2. Si en la evaluación de la biopsia se sospecha la posible adherencia/invasión bacteriana, se puede considerar la realización de pruebas de hibridación fluorescente in situ (FISH) para evaluar la presencia de bacterias en tejido fijado en formol. En algunos casos, puede ser necesaria la realización de pruebas de inmunohistoquímica y el análisis de reordenamientos de genes del receptor de antígeno por PCR (PARR) como ayuda para diferenciar el linfoma intestinal del infiltrado inflamatorio.

Microfotografía (x10 aumentos) donde se observa una marcada linfangiectasia intestinal y una duodenitis linfoplasmocitaria

Figura 5. Microfotografía (x10 aumentos) donde se observa una marcada linfangiectasia intestinal y una duodenitis linfoplasmocitaria, neutrofílica y eosinofílica moderada en una perra Soft-Coated Wheaten Terrier esterilizada de 5 años de edad con EPP.
© Victoria Watson, DVM, PhD, Dip. ACVP

Microfotografía de una cripta con una dilatación significativa con células inflamatorias degeneradas entremezcladas con restos necróticos eosinófilos y mucosa en un perro mestizo de pequeño tamaño

Figura 6. Microfotografía de una cripta con una dilatación significativa con células inflamatorias degeneradas entremezcladas con restos necróticos eosinófilos y mucosa en un perro mestizo de pequeño tamaño, castrado, de 6 años de edad, con EPP.
© Victoria Watson, DVM, PhD, Dip. ACVP

Tratamiento

El tratamiento de la EPP cuando la causa es neoplásica, infecciosa, mecánica o diversa queda fuera del alcance de este artículo, por lo que a continuación se describe el tratamiento de la EPP causada por la EIC y la LI. La gravedad de la enfermedad puede influir en el enfoque terapéutico de los pacientes, de modo que, si se sospecha o confirma el diagnóstico de EPP en perros que, por lo demás, están relativamente estables, un enfoque terapéutico razonable es utilizar la dieta como tratamiento único. De hecho, este tratamiento ha demostrado tener éxito en perros de raza Yorkshire Terrier 16 y en otras razas 17. Además, es fundamental tener en cuenta que el tratamiento de la EPP en el perro se debe abordar de forma individual, ya que se trata de un proceso patológico heterogéneo. En otras palabras, no existe un “libro de instrucciones” para el tratamiento de la EPP y se recomienda adoptar un enfoque individualizado teniendo en cuenta toda la información disponible del paciente. 

Aunque el tratamiento debe ir dirigido al proceso patológico que se sospecha o se conoce, como la EPP es potencialmente mortal y tiene una alta tasa de mortalidad, puede que el enfoque más seguro sea el de asumir que un paciente con EPP presenta todos los procesos posibles (es decir, pérdida de líquido linfático, aumento de la permeabilidad intestinal y lesión de la mucosa) y tratar consecuentemente. Esto es especialmente importante en casos graves o que no responden al tratamiento.

Dieta

El tratamiento de la causa subyacente de la EPP empieza modificando la dieta y, para muchos gastroenterólogos, esta medida es la piedra angular del tratamiento de la EPP. En un estudio en perros con EPP se ha sugerido que la probabilidad de responder al tratamiento dietético, sin necesidad de administrar glucocorticoides, es mayor cuando el índice de actividad clínica de la enteropatía crónica canina (CCECAI) es <8 17. Los perros con EPP están en estado catabólico y pueden tener un balance energético y proteico negativo importante, por lo que es esencial proporcionar la nutrición adecuada. Además, el tratamiento de la EPP causada por una EIC o una LI se basa en la modificación de la dieta. En teoría, la dieta ideal debe ser altamente digestible, con una cantidad adecuada de proteínas y restringida en grasas, pero en la práctica, a la hora de elegir la mejor estrategia dietética, también se debe tener en cuenta el historial alimentario previo del perro. En perros con LI se suele recomendar una dieta baja en grasas, mientras que en perros con una EIC se suele recomendar una dieta con proteína novel o hidrolizada. Cabe señalar, que en medicina veterinaria no hay un consenso definitivo sobre lo que significa una dieta “baja en grasas”. Las dietas “bajas en grasas” comercialmente disponibles contienen entre 17 y 26 g de grasa/Mcal EM (1,7-2,6 g/100 kcal), mientras que las dietas “ultrabajas en grasas” suelen denominarse así por tener menos de 15 g de grasa/Mcal EM (1,5 g/100 kcal). En perros con EPP causada por LI se suele observar una notable mejoría con una dieta baja en grasas, pero en algunos casos puede ser necesaria una restricción de grasas todavía mayor que la que pueden proporcionar las dietas comerciales.

Además, muchas de las dietas comerciales más bajas en grasas utilizan como principal fuente de proteína las aves de corral, por lo que pueden no ser adecuadas en perros que además de la LI tienen una EIC concomitante. Al menos se encuentra comercialmente disponible una dieta húmeda baja en grasas elaborada a base de carne de cerdo, lo que puede ser una proteína novel para algunos perros. En perros que requieran una mayor restricción de grasas que la proporcionada con una dieta comercial y en perros con EIC junto con una LI significativa, puede ser necesaria una dieta casera formulada por un veterinario especialista en nutrición para abordar ambos problemas. En perros con EIC y una LI moderada o nula, se puede considerar la administración de una dieta con proteína hidrolizada o proteína novel, aunque también se sigue recomendando que la dieta sea baja en grasas, porque la LI puede pasar desapercibida y, en perros con EPP inflamatoria, la concentración de albúmina sérica se ha correlacionado sistemáticamente con la lesión linfática 11,18. Otras características nutricionales que se deben considerar incluyen la textura del alimento (seco o húmedo), la frecuencia de la alimentación (en perros con EPP suele ser beneficioso administrar varias comidas pequeñas al día), la cantidad suministrada y el contenido de fibra. En algunos casos la suplementación con fibra puede ser beneficiosa. En todos los casos de EPP, independientemente de utilizar una dieta de prescripción veterinaria comercial o casera, es útil y recomendable consultar a un veterinario especialista en nutrición. 

Por último, es importante tener en cuenta que la falta de respuesta a una estrategia dietética determinada no significa que el perro no responda a la dieta o que no sea beneficioso el tratamiento dietético. En un estudio, 8 de 10 perros con EPP inflamatoria refractaria al tratamiento con esteroides, respondieron a la modificación dietética 19. Según la experiencia de la autora, muchos perros con EPP que no han respondido a dietas comerciales ni al tratamiento con esteroides u otros fármacos inmunosupresores, han mejorado con una dieta casera con una restricción de grasas significativa (<15% por EM) formulada por un veterinario especialista en nutrición. En algunos casos, los perros con EPP no necesitan una dieta con proteína novel, sino simplemente una restricción de grasas mayor a la proporcionada con una dieta comercial y, por tanto, necesitan una dieta casera. En el Recuadro 1 se ofrece un resumen. 

Recuadro 1. Resumen de diferentes tipos de dietas específicas según la enfermedad asociada a la EPP.

Linfangiectasia intestinal: Dieta comercial de prescripción veterinaria baja en grasas o dieta casera baja en grasas o ultrabaja en grasas formulada por un veterinario especialista acreditado en nutrición. 
Enteropatía inflamatoria crónica: Dieta comercial de prescripción veterinaria con proteína hidrolizada o hipoalergénica, eligiendo preferentemente la que sea más baja en grasa o dieta casera formulada por un veterinario especialista acreditado en nutrición.
Linfangiectasia junto con enteropatía inflamatoria crónica: Se pueden considerar las dietas hidrolizadas o hipoalergénicas más bajas en grasas del mercado, puesto que pueden ser dietas terapéuticas bajas en grasas. En algunos casos, cuando el manejo está orientado a una de las enfermedades también se consigue la resolución de la otra, pero si ambas requieren un tratamiento dietético se debe considerar la opción de una dieta casera formulada por un veterinario especialista acreditado en nutrición. 

 

Tratamiento antiinflamatorio e inmunosupresor

Aunque la patogenia de la EIC todavía no se conoce del todo, se sospecha la implicación en el tracto GI de una reacción inmunitaria a antígenos endógenos o exógenos (alimentarios, bacterianos y/o ambientales) de forma sostenida en el tiempo. Además, la linfangiectasia está asociada a la linfangitis y, como es sabido, la fuga de linfa provoca una enteritis secundaria. Por este motivo, en todos los casos, el enfoque terapéutico inicial de la EPP suele implicar el uso de prednisona o prednisolona. La excepción puede encontrarse en los pacientes estables que inicialmente solo se han tratado con la dieta y presentan una respuesta clínica y bioquímica que se mantiene en el tiempo.

Es importante señalar que los efectos secundarios del tratamiento con corticoides en perros con EPP pueden ser importantes y, en algunos casos, estos fármacos pueden agravar el estado catabólico y de hipercoagulabilidad 20. Los glucocorticoides a dosis inmunosupresoras también pueden ser peligrosos en perros con EPP y una barrera entérica comprometida, por lo que, según la autora, es importante prestar especial atención a la dosis del glucocorticoide para administrar la más conservadora con la que se puede tener éxito. La budesonida puede ser una alternativa a la prednisona/prednisolona con un elevado efecto de primer paso y una gran afinidad por los receptores esteroideos del intestino. 

En algunos pacientes con EPP, el tratamiento con un inmunosupresor se instaura en el momento del diagnóstico o bien, cuando la respuesta a la dosis de glucocorticoides es inadecuada o los efectos secundarios son graves. Es importante señalar que en la LI primaria no hay evidencias de la implicación de un proceso inmunitario, por lo que el tratamiento inmunosupresor no está justificado en estos perros. Además, en un estudio reciente en perros con EPP inflamatoria se comparó el tiempo necesario para normalizar la albúmina y su evolución a largo plazo, en perros tratados únicamente con esteroides respecto a los perros tratados con esteroides y un inmunosupresor de segunda línea, y no se encontraron diferencias entre ambos grupos 21. Por tanto, la autora recomienda los inmunosupresores (p. ej., ciclosporina a 5 mg/kg PO cada 12-24h, o clorambucilo a 4-6 mg/m2 PO cada 24 h durante 7-14 días, reduciendo posteriormente la dosis) para los pacientes con EIC y refractarios al tratamiento con esteroides, o para los pacientes que responden inicialmente al tratamiento esteroideo, pero luego se producen recidivas al suspenderlo. En el Recuadro 2 se resume todo lo mencionado anteriormente. 

Determinar el mejor enfoque terapéutico en pacientes con EPP, en los que parecen estar involucradas la EIC y la LI, puede ser complicado, ya que un proceso puede favorecer el otro. Si el papel de la LI en el proceso patológico es significativo, puede que lo más indicado sea abordar en primer lugar el tratamiento de la LI e intensificar el tratamiento únicamente cuando el paciente no responda.

Recuadro 2. Recomendaciones sobre el uso de fármacos para la EPP en perros.

Linfangiectasia intestinal
  • Tratamiento con glucocorticoides a dosis antiinflamatorias (p.ej., prednisona/prednisolona 0,5-1 mg/kg/día) para reducir la inflamación asociada a la fuga de linfa y la formación de granulomas. 
  • Reducir la dosis inicial según la respuesta clínica cada 3-4 semanas, un 25% cada vez.
  • No existen evidencias sobre la utilidad del tratamiento inmunosupresor para la LI.
Enteropatía inflamatoria crónica
  • Se recomienda el uso de prednisona desde dosis antiinflamatorias a dosis inmunosupresoras (0,5-2 mg/kg/día) 
  • Reducir la dosis inicial según la respuesta clínica cada 3-4 semanas, un 25% cada vez.
  • En los casos de EPP refractaria al tratamiento con esteroides o de recidivas al retirar los esteroides, se pueden utilizar otros inmunosupresores adicionales. Los fármacos más utilizados son la ciclosporina, el clorambucilo y la azatioprina. En general, no se recomienda el micofenolato debido a los potenciales y significativos efectos adversos GI.

 

Tratamiento de apoyo y manejo de las complicaciones 

Los perros con EPP pueden tener alterada la microbiota entérica (disbiosis intestinal), por lo que los probióticos pueden ser útiles en algunos casos; al menos se ha demostrado el efecto beneficioso de una cepa probiótica comercialmente disponible 22. La cobalamina es importante para la salud y la función gastrointestinal, por lo que cualquier deficiencia se debe tratar; tradicionalmente se recomendaba su administración por vía subcutánea, pero recientemente se ha demostrado que la administración oral puede ser eficaz en perros con enfermedad intestinal 23. En perros con deficiencia de folato se debe considerar la suplementación de ácido fólico (200 µg/kg PO cada 24 h para perros <20 kg y 400 µg/kg PO cada 24 h para perros >20 kg) pudiéndose utilizar los productos de medicina humana. 

Cuando la disminución de calcio iónico es significativa está indicado el tratamiento. Si se observan signos clínicos de hipocalcemia de calcio iónico (fasciculaciones musculares o temblores, prurito facial), puede ser necesaria la administración parenteral de gluconato cálcico al 10% (0,5-1 ml/kg en administración lenta IV durante 10-30 minutos, monitorizando la frecuencia cardiaca e, idealmente, el ECG). También puede ser beneficiosa la administración oral de carbonato cálcico (25-50 mg/kg cada 24 h o calcio elemental cada 12 h repartiendo la dosis). Es importante recordar que la hipomagnesemia puede afectar a la absorción del calcio, por lo que, en caso necesario, se puede administrar hidróxido de magnesio por vía oral (1-2 meq/kg cada 24 h o cada 12 h repartiendo la dosis). Muchos perros con niveles bajos de calcio iónico tienen un nivel bajo de 25-hidroxivitamina D, por lo que puede ser beneficioso el tratamiento con calcitriol (20-30 ng/kg PO cada 24 h los primeros 3-4 días, seguido de una dosis de mantenimiento de 5-15 ng/kg cada 24 h, preferentemente administrados de forma separada a los esteroides). Actualmente se desconoce si la administración de vitamina D en perros con EPP que presentan hipovitaminosis D y normocalcemia es beneficiosa. Los perros con EPP se consideran con “alto riesgo” de trombosis (según la clasificación de la guía CURATIVE 2022), estando recomendada la tromboprofilaxis 24. El clopidogrel (2-3 mg/kg PO cada 24 h) se utiliza bastante en perros, pero para la tromboprofilaxis también se podría considerar el uso de inhibidores del factor Xa (p. ej., apixabán, rivaroxabán).

El drenaje del derrame abdominal o torácico solo está recomendado cuando el perro presenta malestar o dificultad respiratoria y el uso de diuréticos está desaconsejado, ya que no suelen resultar eficaces y pueden favorecer la deshidratación. Al instaurar la fluidoterapia se debe sopesar el uso de cristaloides para abordar la hipoproteinemia. El volumen de plasma necesario para aumentar la concentración de albúmina en un paciente es considerable y no suele resultar práctico. Los coloides, como los hidroxietilalmidones, son más útiles para aliviar el edema. El uso de albúmina humana concentrada (25%) no está recomendado en perros con EPP 25. En algunos países se encuentra disponible un producto de albúmina canina que de forma anecdótica ha resultado eficaz en perros con EPP. Por último, en muchos pacientes con EPP el tratamiento de apoyo es beneficioso, por ejemplo, para controlar los vómitos y las náuseas farmacológicamente (p. ej., maropitant 2 mg/kg PO cada 24 h). 

Tratamiento especulativo 

Si no se ha realizado una biopsia intestinal, el veterinario debe discutir con el cliente los riesgos que conlleva el tratamiento sin disponer de toda la información (posibilidad de un diagnóstico erróneo, posibles efectos nocivos en caso de enteropatía infecciosa). Además, se debe considerar la raza del perro y si existe alguna predisposición conocida. Si no se ha realizado la biopsia o si no se conoce ninguna predisposición racial, la opción más adecuada puede ser la de asumir que el perro presenta tanto una LI como una EIC y tratar consecuentemente.

Sara A. Jablonski

Los perros con enteropatía perdedora de proteínas se encuentran en estado catabólico y pueden tener un balance energético y proteico negativo importante, por lo que es esencial la nutrición adecuada.

Sara A. Jablonski

Casos refractarios y pronóstico

Algunos perros con EPP no responden al tratamiento esteroideo a dosis antiinflamatorias o inmunosupresoras ni a los agentes inmunosupresores de segunda línea y no se observa una mejoría, o esta es mínima, en los signos clínicos y el perfil bioquímico. En estos casos, la autora recomienda reducir el tratamiento farmacológico y centrarse en la modificación dietética (idealmente consultando con un veterinario especialista acreditado en nutrición), en el tratamiento de las posibles deficiencias y en la prevención de las complicaciones. Anecdóticamente, en algunos perros con EPP refractaria debida a una LI, se ha obtenido una mejor respuesta con octreotide (5-10 µg/kg SC cada 8-12 h), pero actualmente, la información disponible sobre su eficacia y sus posibles efectos secundarios es limitada.

En un estudio de revisión se encontró que de 445 perros con EPP, la causa de muerte estaba asociada a la enfermedad en el 54,2% de los pacientes 1. Sin embargo, gracias al mayor conocimiento de la naturaleza heterogénea de esta enfermedad y al tratamiento individualizado se pueden obtener mejores resultados. A pesar del pronóstico reservado, algunos perros con EPP responden muy bien al tratamiento, pero incluso en pacientes que responden inicialmente, la recidiva siempre es posible. Siempre se debe hacer un seguimiento frecuente a los perros con EPP y el tratamiento puede que sea de por vida.

Conclusión

La enteropatía perdedora de proteínas (EPP) en el perro es un síndrome heterogéneo cuya causa más frecuente es la enteropatía inflamatoria crónica, la linfangiectasia intestinal o la combinación de ambos trastornos. Para su diagnóstico es necesario descartar otras causas de hipoalbuminemia y realizar una evaluación sistemática para identificar la causa específica subyacente. El tratamiento debe ser individualizado en función de la causa específica de EPP, no debiéndose adoptar un enfoque terapéutico estandarizado y teniendo en cuenta que, en muchos casos de EPP, el manejo dietético es la piedra angular del tratamiento.

Referencias

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Sara A. Jablonski

Sara A. Jablonski

La Dra. Jablonski se graduó en veterinaria por la Universidad Estatal de Colorado (CSU) en el 2011 Leer más

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