Introducción
Actualmente, gracias a los mejores métodos de diagnóstico disponibles, es frecuente detectar al parásito unicelular Giardia duodenalis en el perro y el gato. Sin embargo, la gravedad de presentación de esta infección puede variar desde una forma subclínica hasta la presentación de varios signos gastrointestinales (GI), por lo que el veterinario puede plantearse varias cuestiones; por ejemplo, sobre la sensibilidad y la especificidad de las pruebas de diagnóstico, la necesidad de tratar o no a un paciente, así como sobre las mejores opciones terapéuticas. Además, también pueden surgir dudas cuando los signos clínicos persisten después del tratamiento o cuando se siguen obteniendo resultados positivos en las pruebas fecales a pesar de la respuesta al tratamiento con una mejoría clínica, por lo que es importante tener claro y sin ambigüedades el diagnóstico, el tratamiento y el manejo de la infección por Giardia. Por otro lado, existen múltiples fuentes de información, a veces confusa, sobre este parásito: un parasitólogo, un especialista en enfermedades GI, un laboratorio de diagnóstico o un fabricante de los medicamentos registrados para el tratamiento de giardiosis. Pero, aunque pueda resultar complicado proporcionar unos consejos generales que sean válidos para todas las situaciones, adoptar un enfoque unificado permitirá controlar mejor las infecciones por Giardia y garantizará la detección precoz de cualquier otro problema GI que pueda existir. Este artículo pretende proporcionar la información en la que se pueda fundamentar dicho enfoque.
Epidemiología
El protozoo flagelado Giardia duodenalis (sin. G. lamblia, G. intestinalis) es un parásito intestinal de distribución mundial que afecta a mamíferos (incluyendo el ser humano), aves, reptiles y anfibios. En función de su genotipo, estos parásitos se pueden clasificar en 8 grupos (también conocidos como ensamblajes del A al H) que suelen mostrar una clara especificidad de hospedador. Los ensamblajes A y B se suelen encontrar en el ser humano, los ensamblajes C y D en el perro y el ensamblaje F en el gato. A veces, se pueden encontrar ensamblajes A y B en el perro y el gato, pero hasta la fecha, los ensamblajes C, D y F rara vez se han descrito en el ser humano 1,2.
La prevalencia de Giardia en personas varía entre el 0,4-7,5% en los países occidentales y entre el 8-30% en los países no industrializados 3. Se ha estimado que hay más de mil millones de personas infectadas por este parásito en todo el mundo 4. La prevalencia en personas, perros y gatos varía mucho en función del país, las condiciones de vida y los métodos de análisis. En Europa, se ha descrito una prevalencia del 3-7% en perros que viven en hogares, pero en colectividades, la prevalencia puede llegar al 46% 3,5. En los países no industrializados, este parásito se encuentra en entre el 10-30% de los perros de compañía 3. En un estudio realizado en Holanda con 381 perros sin signos clínicos, se encontró una mayor prevalencia en los perros de caza (65%), mientras que en los perros de compañía la prevalencia fue del 8%. En otro estudio se ha descrito una prevalencia del 25% en las muestras fecales enviadas a un laboratorio de diagnóstico de 192 perros con signos clínicos GI 6.
Ciclo biológico
Giardia tiene un ciclo biológico directo. Tras la ingestión de quistes infecciosos presentes en los alimentos, el agua o el entorno, los trofozoítos móviles salen de los quistes y se diseminan por la región anterior del intestino delgado, adhiriéndose a la mucosa mediante su ventosa ventral. Posteriormente, los trofozoítos se reproducen asexualmente dando lugar a nuevos trofozoítos que avanzan por el intestino delgado y se transforman en quistes, excretándose (a veces de forma intermitente) en grandes cantidades a través de las heces durante semanas o meses (Figura 1). Si el tránsito intestinal está acelerado (diarrea) y las heces son frescas y están aún calientes, también es posible visualizar trofozoítos móviles, pero como no sobreviven al tránsito gástrico no son infecciosos (Figura 2). Los quistes inmóviles son muy resistentes (por eso persisten tanto en el ambiente) y nada más excretarse ya son infecciosos (Figura 3). La transmisión se puede producir por vía fecal-oral al ingerir directamente quistes presentes en heces (coprofagia) o por ingestión de pelo, alimentos, tierra o agua contaminados con heces. Se ha demostrado que las personas se pueden infectar con un número muy bajo (10-100) de quistes 7. La infección puede permanecer activa durante semanas o meses y ser aguda, crónica o subclínica. El periodo de incubación en el perro es de 4 a 16 días y el tiempo mínimo que transcurre desde la infección hasta la aparición del parásito en heces y, por tanto, poder detectarlo (periodo de prepatencia) es de una media de 7 días. Aunque los quistes pueden sobrevivir en el ambiente durante meses, son sensibles a la luz solar y a la deshidratación y su número se reduce considerablemente mediante la congelación y descongelación 5,8; cuanto más frío y húmedo sea el ambiente, más tiempo permanecerán infecciosos los quistes.