El elevado porcentaje de eutanasias es la punta visible del iceberg de todos los trastornos relacionados con los problemas del comportamiento en perros. Aunque no hay duda de que esta estadística es preocupante, la eutanasia es solo un posible punto final para los perros con problemas de comportamiento y normalmente solo se considera en los casos más graves. Los propietarios también tienen la opción de realojar o tratar a los perros afectados, o de adaptar su estilo de vida a los problemas de comportamiento, pero todas estas alternativas conllevan una carga emocional, económica o de tiempo.
Los problemas de comportamiento están ampliamente reconocidos como una de las principales causas de abandono, tal y como indican numerosos estudios y estadísticas anuales de asociaciones que promueven la adopción y el bienestar animal. Además, los problemas de comportamiento también suponen un coste elevado en términos de fondos públicos y bienestar animal. Aunque el tratamiento es una opción, para que sea aceptado y tener éxito es necesario que el propietario esté muy motivado y bien informado y que reciba el asesoramiento adecuado sobre dónde obtener ayuda eficaz. Desgraciadamente, en el estudio de Australia 2 se descubrió que en el 82,8% de los perros eutanasiados, no se realizó ninguna otra intervención y la media de edad a la que aparecieron los primeros signos de problemas de comportamiento en estos animales fue de aproximadamente 11 meses. Esto indica que es frecuente pasar por alto las oportunidades de solucionar los problemas de comportamiento. Con las protectoras saturadas y los propietarios sin el apoyo necesario, muchas veces se opta por simplemente seguir conviviendo con perros problemáticos. Esta opción supone un peligro para las personas, daña al vínculo humano-animal y a todos los efectos beneficiosos para la salud física que derivan de esta relación y afecta a la calidad de vida tanto de los propietarios como de los perros.
Teniendo en cuenta todo lo que sabemos sobre las consecuencias de los trastornos del comportamiento para las personas y las mascotas, ¿por qué seguimos sin controlar estos problemas? La razón principal probablemente sea porque no prestamos suficiente atención a la prevención. Esto significa que los criadores, por su parte, deberían seleccionar correctamente a los perros con los que van a criar y proporcionar un entorno en el que se favorezca el cuidado maternal, así como la socialización y la familiarización tempranas. Los propietarios, por su parte, deberían saber cómo elegir un cachorro y, después, dedicarle mucho tiempo y energía a la continua socialización y familiarización; esto implica comprender los estados emocionales y las motivaciones de los cachorros, proporcionarles una buena calidad de vida y educarlos adecuadamente.
Por nuestra parte, como veterinarios, deberíamos trabajar de forma proactiva con los criadores para conseguir que se adopten unas buenas prácticas de selección y cría y que se vacune de forma temprana, además deberíamos proporcionar a los propietarios las mejores fuentes de información disponibles y comprender la interacción entre la prevención de enfermedades y el desarrollo comportamental de los cachorros. En este artículo, por cuestiones de espacio, no se abordan todas estas cuestiones, pero se tratan los aspectos que el autor considera que son un buen punto de partida, ya que pueden marcar una gran diferencia. En primer lugar, es útil repasar las etapas del desarrollo del cachorro y su relación con las prácticas de cría y acogida.
Etapas de desarrollo
La Figura 2 muestra una línea cronológica de las etapas de desarrollo del cachorro y de los momentos importantes desde el punto de vista práctico. Los cachorros de menos de 3 semanas carecen de movilidad y los principales estímulos sensoriales a los que responden son táctiles y olfatorios. Posteriormente, los cachorros se vuelven más activos a medida que el sistema sensorial y locomotor se desarrollan. Este es el denominado “periodo sensible” del desarrollo, también conocido informalmente como “periodo de socialización”. Durante este periodo los cachorros son cada vez más independientes de sus figuras de apego (su madre o personas con las que se sienten seguros) y se vuelven más inquisitivos y exploradores. Aunque el periodo sensible puede extenderse hasta las 12-14 semanas de edad, a efectos prácticos de socialización y habituación es preferible asumir que finaliza a las 12 semanas.