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Veterinary Focus

Número de edición 33.2 Otros artículos científicos

Cómo abordar... El gato que vomita

Fecha de publicación 13/09/2023

Escrito por Ivan Montanes-Sancho y Silke Salavati

Disponible también en Français , Deutsch , Italiano , Português y English

Los vómitos, acompañados o no de otros signos, son un motivo frecuente de presentación en la clínica felina. En este artículo los autores proporcionan recomendaciones sobre cómo abordar el caso del gato con vómitos, tanto agudos como crónicos, con un enfoque sistemático.

Radiografías abdominales laterales izquierda

Puntos clave

La reseña, los signos clínicos y la anamnesis se deben tener en cuenta al elaborar la lista de diagnósticos diferenciales y el plan diagnóstico del gato que vomita.


En caso de vómitos agudos, primero se debe realizar el triaje para determinar si es necesaria la estabilización previa a cualquier prueba diagnóstica.


En gatos estables se puede probar el tratamiento con dietas o fármacos antes de la investigación diagnóstica, pero hay que identificar y tratar rápidamente la deficiente nutrición.


Diferenciar entre inflamación y neoplasia es importante en el gato, ya que el pronóstico y el tratamiento pueden ser diferentes.


Introducción sobre los vómitos en el gato

En el gato, tanto los vómitos agudos como los crónicos, pueden ser la manifestación clínica de una enfermedad gastrointestinal (GI) primaria o de una enfermedad extra-GI. La lista de diagnósticos diferenciales es muy amplia y, para limitarla, pueden ser muy útiles los datos de la historia clínica y de la exploración física, así como los resultados de las pruebas de laboratorio y de diagnóstico por imagen. En el caso de los vómitos agudos, las dos decisiones más importantes que se deben tomar tras realizar el triaje inicial son: determinar si es necesario instaurar urgentemente tratamiento de apoyo (particularmente, la reposición de la pérdida de fluidos y la corrección de desequilibrios electrolíticos o ácido-básicos) y si, una vez estabilizado el paciente, es necesaria la cirugía (que podría ser diagnóstica, terapéutica o ambas). Cuando el paciente se encuentre cardiovascularmente estable y no esté indicada la intervención quirúrgica inmediata, se puede considerar una lista de diagnósticos diferenciales del vómito agudo más completa (Tabla 1).

En el caso de los vómitos crónicos, determinar las causas posibles y las pruebas diagnósticas necesarias suele ser un proceso más lento y puede depender de la presencia de otros signos o motivos de preocupación adicionales, de los hallazgos de la exploración física y de las preferencias del cuidador (lo que no es raro). En primer lugar, parece razonable investigar los trastornos más frecuentes y, a partir de ahí, seguir un procedimiento escalonado. Si un gato presenta signos GI crónicos, sin indicios de una enfermedad extra-GI o infecciosa, los dos diagnósticos diferenciales más frecuentes son la enfermedad inflamatoria intestinal (EII) idiopática y el linfoma alimentario de bajo grado (LABG). En el gato, las pruebas más invasivas (p.ej., biopsias) se suelen realizar relativamente antes que en el perro. En este artículo se describe el enfoque diagnóstico paso a paso del gato que presenta vómitos agudos o crónicos y el tratamiento de las enfermedades subyacentes más frecuentes.

Tabla 1. Diagnósticos diferenciales del vómito agudo en gatos.

Enfermedades extra-gastrointestinales

  • LRA (toxinas, fármacos, ITU/pielonefritis), obstrucción ureteral o uretral
  • Enfermedades hepatobiliares:
    • Colangitis neutrofílica
    • Insuficiencia hepática aguda (fármacos, toxinas)
    • Toxoplasmosis
    • Neoplasia
    • Cálculos biliares
  • Pancreatitis aguda
  • Cetoacidosis diabética
  • Fármacos/toxinas: metales pesados, etilenglicol, AINE, quimioterapia
  • Desequilibrios electrolíticos y ácido-base
  • Enfermedad vestibular

 

Enfermedades gastrointestinales

  • Indiscreción alimentaria
  • Infecciosas (virus, parásitos, bacterias)
  • Cuerpos extraños
  • Gastritis/gastroenteritis
  • Úlceras
  • Neoplasia solitaria (adenocarcinoma, mastocitoma, leiomiosarcoma, GIST), especialmente si la obstrucción parece de aparición aguda
  • Estreñimiento

LRA = lesión renal aguda, GIST = tumor del estroma gastrointestinal, AINE = antiinflamatorios no esteroideos, ITU = infección urinaria

 

Aspectos clave: reseña e historia clínica

Obtener una historia clínica completa es sumamente útil para acotar la lista de diagnósticos diferenciales. Es particularmente importante asegurarse de que el cuidador describe la presencia de vómitos y no de regurgitación, náuseas o incluso tos, ya que, en el gato, estos signos pueden ser difíciles de diferenciar entre sí. Una vez establecido que se trata de vómitos, se debe priorizar la investigación de unos trastornos frente a otros, para lo que pueden ser útiles los datos de la reseña y la presencia o ausencia de otros signos clínicos. Por lo tanto, el veterinario debe tener en cuenta la siguiente información:

Edad y raza

Los gatos que presentan indiscreción alimentaria, hipersensibilidad alimentaria o enteropatías crónicas que responden a la dieta (ERD) suelen ser más jóvenes que los que padecen otras afecciones, especialmente otras formas de enteropatías crónicas (EC) 1. Por el contrario, el hipertiroidismo, al igual que las neoplasias, son causas frecuentes de vómitos crónicos en gatos de edad avanzada. El Siamés tiene mayor riesgo de padecer adenocarcinoma GI 2, mientras que las razas de pelo largo tienen una mayor predisposición a la formación de tricobezoares, que pueden causar una obstrucción GI parcial o completa.

Hábitos alimentarios y entorno

Cualquier cambio reciente en la alimentación supone una mayor probabilidad de intolerancia. El comportamiento de caza implica un mayor riesgo de enfermedades infecciosas (especialmente si el gato también tiene diarrea y/o pirexia) y se debe preguntar al cuidador si el gato tiene acceso libre al exterior y, por tanto, a posibles toxinas.

Cronología de los signos clínicos

Los posibles diagnósticos diferenciales, el enfoque diagnóstico y, por tanto, las opciones de tratamiento varían considerablemente en función de si los vómitos son agudos (< 1 semana) o crónicos (> 3 semanas). Los vómitos intermitentes pueden ser “fisiológicos” en algunos casos, pero algunos gatos con EII o ERD pueden presentar signos GI leves e intermitentes durante meses o años, sin mostrar un deterioro clínico significativo 1. Los vómitos intermitentes crónicos progresivos o cada vez más frecuentes pueden requerir una investigación más urgente, especialmente en gatos adultos o de edad avanzada.

Otros signos clínicos

La presencia o ausencia de diarrea puede ayudar a limitar el diagnóstico diferencial a enfermedades infecciosas y obstructivas (especialmente en caso de vómitos agudos) o, si es crónica, a enfermedades del tracto GI y de órganos adyacentes (páncreas, hígado), especialmente en ausencia de otros signos. Algunos gatos con enteropatías crónicas (EC) o EII no presentan diarrea, sino únicamente vómitos +/- pérdida de peso 1. La presencia de poliuria/polidipsia (PUPD) junto con vómitos crónicos puede sugerir una enfermedad renal crónica (ERC) o diabetes mellitus. La ictericia sugiere una enfermedad hepatobiliar o pancreatitis (aunque se deben descartar las causas prehepáticas (hemólisis). La pérdida de peso y la anorexia son signos inespecíficos, pero cuando son crónicos (especialmente en ausencia de otros signos o problemas específicos) pueden indicar una enfermedad gastrointestinal primaria, incluyendo el linfoma.

Ivan Montanes-Sancho

La historia clínica completa es sumamente útil para acotar la lista de diagnósticos diferenciales. Es particularmente importante asegurarse de que el cuidador describe la presencia de vómitos y no de regurgitación, náuseas o incluso tos, ya que, en el gato, estos signos clínicos pueden ser difíciles de distinguir entre sí.

Ivan Montanes-Sancho

Aspectos clave – exploración física

Durante la exploración física se debe prestar especial atención a los siguientes aspectos:

  1. identificar en el triaje signos que indiquen la necesidad inmediata de tratamiento de apoyo,
  2. identificar hallazgos sospechosos de una enfermedad o trastorno que requiera una intervención quirúrgica rápida e
  3. identificar anomalías que sugieran una causa posible y/o una comorbilidad.

El triaje se debe orientar a la identificación de pulso débil, deshidratación (cuyo grado puede ser difícil de valorar en gatos con una pérdida de peso de moderada a grave), hipo o hipertermia, tiempo de relleno capilar prolongado o letargia evidente. A diferencia del perro, el gato no suele tener un shock compensado, por lo que puede presentar tanto taquicardia, como una frecuencia cardiaca normal o incluso bradicardia (lo que sería muy preocupante en un animal enfermo). Estos indicadores de enfermedad grave justifican la instauración de tratamiento de apoyo antes de realizar una evaluación más exhaustiva.

Los gatos que, por lo demás, están bien, siguen comiendo y presentan un estado de hidratación normal, padecen una enfermedad leve. En todos los gatos con vómitos se debe realizar una palpación abdominal, ya que esta puede ser de gran ayuda al permitir evaluar fácilmente estructuras intraabdominales como el hígado, los riñones, la vejiga y el intestino. Se puede palpar un engrosamiento de la pared intestinal, así como la presencia de masas (intestinales, linfonódulos u otras), intususcepciones e incluso, a veces, de cuerpos extraños (CE) en el intestino, salvo que el paciente tenga obesidad o sea difícil de manipular. Sin embargo, si la palpación es normal no se puede descartar una patología abdominal, especialmente en enfermedades crónicas como la pancreatitis, la EII o la presencia de un CE. Los CE más frecuentes en el gato son los lineales, como el hilo de coser 3, que no se suele palpar directamente. Como uno de los extremos del hilo se puede quedar adherido a la base de la lengua 3, siempre que un gato presente vómitos agudos, especialmente acompañados de disfagia e hipersalivación, es importante realizar una exploración minuciosa de la cavidad oral.

Según la experiencia de los autores, la evaluación de la presencia de dolor o molestias abdominales en el gato puede ser complicada, ya que aparentemente, este es un hallazgo poco frecuente en gatos con trastornos intraabdominales. Por ejemplo, se ha descrito que solo entre el 10-30% de los gatos con pancreatitis aguda presentan dolor abdominal evidente 4 y tampoco es un hallazgo frecuente en gatos con enfermedad crónica del intestino delgado, linfoma 1 o incluso cuerpos extraños intestinales.

La presencia de ictericia en el gato con vómitos es significativa; no solo porque puede indicar una enfermedad hepatobiliar primaria, sino porque podría sugerir una lipidosis hepática y la necesidad de instaurar un soporte nutricional.

Por último, en cualquier gato que presente vómitos se debe considerar el riesgo de neumonía por aspiración, por lo que se debe realizar una evaluación del sistema respiratorio mediante la auscultación y/o pruebas de imagen torácicas según esté indicado (radiografía o ecografía point of care [POCUS]).

Pruebas diagnósticas – vómito agudo

En el caso del gato con vómitos agudos y sin hallazgos reseñables en la exploración (enfermedad leve) el enfoque suele ser sencillo. El término “gastroenteritis inespecífica” hace referencia a la presencia de vómitos autolimitantes +/- diarrea de origen desconocido que se suelen atribuir a una infección o una indiscreción alimentaria. En este caso, el tratamiento sintomático suele ser suficiente, pero si el gato no responde satisfactoriamente se debe realizar una evaluación más exhaustiva.

La ausencia de alteraciones en la palpación abdominal no permite descartar por completo la existencia de una patología; por lo tanto, si el tratamiento quirúrgico es necesario, e incluso en los casos leves, puede estar indicada la realización de radiografías abdominales. Es posible que los CE no se visualicen directamente en las radiografías (p.ej., si no son radiopacos), por lo que se deben tener en cuenta aquellos hallazgos típicos que indirectamente indican una obstrucción, como el “amontonamiento” central de asas intestinales (Figura 1) o la presencia en el intestino de burbujas de gas anormales con forma de “media luna” o “lágrima” 5. La presencia del denominado “signo de grava” indica una obstrucción intestinal crónica (Figura 2). A diferencia de otros CE intestinales, los CE lineales no suelen provocar una obstrucción completa con dilatación de las asas intestinales en posición craneal al material extraño 5. Algunos gatos con una enfermedad GI crónica (especialmente jóvenes) pueden presentar una intususcepción crónica/dinámica sin una dilatación evidente de las asas intestinales. Es muy importante obtener dos, o mejor tres, vistas radiográficas abdominales (lateral izquierda y derecha junto una imagen ortogonal), ya que es posible que los hallazgos clave solo se visualicen en una vista (Figura 3).

Radiografía abdominal lateral derecha de un gato adulto con vómitos de aparición aguda como consecuencia de un cuerpo extraño intestinal

Figura 1. Radiografía abdominal lateral derecha de un gato adulto con vómitos de aparición aguda como consecuencia de un cuerpo extraño intestinal. Se observa un amontonamiento de pequeñas asas intestinales (flecha) con una distensión gástrica asociada (asterisco), aunque el cuerpo extraño no se puede visualizar directamente.
© Universidad de Edimburgo

Radiografía abdominal lateral derecha de un gato adulto con una historia clínica de vómitos crónicos y granulomas intestinales que provocaron una obstrucción intestinal parcial

Figura 2. Radiografía abdominal lateral derecha de un gato adulto con una historia clínica de vómitos crónicos y granulomas intestinales que provocaron una obstrucción intestinal parcial. Se observa una marcada distensión de las asas del intestino delgado (asteriscos) y el signo de grava (pequeñas opacidades minerales) ventralmente (flecha).
© Universidad de Edimburgo

Left lateral abdominal radiographs from an adult cat presented with acute vomiting and diagnosed with intestinal intussusception

 

Right lateral abdominal radiographs from an adult cat presented with acute vomiting and diagnosed with intestinal intussusception

 

Figura 3. Radiografías abdominales laterales izquierda (a) y derecha (b) de un gato adulto con vómitos agudos y diagnóstico de intususcepción intestinal. La intususcepción solo se observa en la vista lateral izquierda, visualizándose como un asa intestinal con aspecto de tejido blando homogéneo “tipo salchicha” (flecha).
© Universidad de Edimburgo

 

La ecografía abdominal puede ser una herramienta complementaria útil para investigar las posibles causas de los vómitos. Por ejemplo, si se evidencia el plegamiento de las asas intestinales se puede sospechar un CE lineal (Figura 4), aunque este hallazgo se puede confundir con una corrugación intestinal (Figura 5), que es un signo inespecífico en gatos con enteritis, pancreatitis, peritonitis o neoplasia 5. También se pueden evaluar los cambios en la arquitectura, como la pérdida de la estratificación de la pared intestinal o el engrosamiento GI. En general, si se observa la pérdida de estratificación se suele sospechar una neoplasia, pero este hallazgo también puede deberse a una inflamación grave. Aunque en la ecografía no se suelen detectar úlceras, en algunos casos se puede observar un engrosamiento circunscrito de la pared GI con un centro ecogénico (gas atrapado).

Ecografía del asa intestinal de un gato adulto donde se observa un marcado plegamiento del intestino delgado

Figura 4. Ecografía del asa intestinal de un gato adulto donde se observa un marcado plegamiento del intestino delgado (flechas). El diagnóstico fue un cuerpo extraño lineal.
© Universidad de Edimburgo

La laparotomía exploratoria se puede considerar cuando existe un alto grado de sospecha de obstrucción (p.ej., si en las radiografías o ecografías se observa una dilatación intestinal segmentaria evidente) aunque no se identifique una etiología específica (intususcepción/CE). La presencia de gas peritoneal en una radiografía abdominal (que sugiere una perforación GI) también justifica la laparotomía exploratoria de urgencia.

En gatos sistémicamente afectados o en gatos clínicamente estables que no responden al tratamiento sintomático, está indicada la realización de pruebas de laboratorio, incluyendo un análisis básico o un hemograma completo y una bioquímica sérica exhaustiva. El análisis básico debe incluir el hematocrito y los sólidos totales (ST), los electrolitos (con gasometría venosa si se dispone de ella) y una bioquímica básica (glucosa, creatinina, nitrógeno ureico en sangre, enzimas hepáticas, albúmina y bilirrubina total).

Los hallazgos compatibles con una lesión renal aguda (LRA) como la aparición súbita de azotemia justifican la investigación de enfermedades que requieren un tratamiento específico, como la infección del tracto urinario (ITU)/pielonefritis (mediante cultivo de orina y antibiograma previos a la administración de antibióticos) o la urolitiasis. Sin embargo, en muchos gatos nunca se llega a identificar la causa de la LRA.

El diagnóstico ante mortem de la pancreatitis aguda en gatos es un reto y la ecografía abdominal parece ser una prueba poco sensible para confirmar el diagnóstico, incluso en presencia de signos clínicos 4,6. La determinación de la fPLI (feline Pancreatic Lipase Immunoreactivity) puede ser útil en el diagnóstico y la combinación de ambas pruebas aumenta tanto la sensibilidad como la especificidad 4. Del mismo modo, en la evaluación ecográfica de algunos gatos con colecistitis o colangitis no se observan anomalías del sistema hepatobiliar 7, mientras que, en otros gatos, se observan alteraciones de la pared o el contenido de la vesícula biliar o una obstrucción biliar extrahepática (OBEH). Si se sospecha una colecistitis o una colangitis es muy recomendable realizar una aspiración biliar (para citología y antibiograma) antes de administrar antibióticos, pero con esta técnica, existe el riesgo de rotura de la vesícula biliar en caso de edema o inflamación graves de la pared. Generalmente, el porcentaje de complicaciones asociadas a la colecistocentesis es bajo con la sedación adecuada y la técnica apropiada; la vesícula se debe vaciar lo máximo posible para minimizar el riesgo de fuga. Sin embargo, si se considera que el riesgo es demasiado elevado una alternativa adecuada es la punción aspiración con aguja fina (PAAF) del parénquima hepático justo adyacente a la vesícula biliar (tanto para la citología como para el antibiograma).

Ecografía de un segmento del intestino delgado de un gato adulto que presentaba vómitos y diarrea de aparición aguda y diagnóstico de pancreatitis

Figura 5. Ecografía de un segmento del intestino delgado de un gato adulto que presentaba vómitos y diarrea de aparición aguda y diagnóstico de pancreatitis. Se observa una corrugación intestinal (las flechas señalan la mucosa intestinal).
© Universidad de Edimburgo

Pruebas diagnósticas – vómitos crónicos

En gatos con vómitos crónicos +/- diarrea, pero que por lo demás, presentan un buen estado sistémico, se debería considerar la administración de una dieta de eliminación y la realización de pruebas de diagnóstico básicas (por ejemplo, parasitología fecal) antes de realizar un estudio más exhaustivo. Por el contrario, en gatos en los que además se observa una pérdida de peso significativa o mal estado sistémico es necesaria una evaluación más exhaustiva (ver más adelante).

Al igual que en el caso de los vómitos agudos, en el diagnóstico diferencial de los vómitos crónicos se incluyen varios trastornos GI y extra-GI (Tabla 2). La realización de pruebas de laboratorio más detalladas (hemograma, bioquímica, tiroxina total, análisis de orina, parasitología fecal y otras pruebas de patógenos fecales [p. ej., PCR]) se considera un paso del procedimiento diagnóstico inicial, relativamente no invasivo, que puede ayudar a descartar trastornos extra-GI frecuentes. En la mayoría de los casos es recomendable tomar más muestras de sangre para poder utilizarlas después en caso de necesitar pruebas de laboratorio adicionales, como, por ejemplo, pruebas de la función pancreática y/o intestinal (fPLI, fTLI, cobalamina sérica), de enfermedades infecciosas (p.ej., toxoplasmosis, coronavirus felino (FCoV)) y pruebas de la función hepática (ácidos biliares basales). El diagnóstico de pancreatitis felina crónica puede ser especialmente difícil, ya que los signos clínicos suelen ser inespecíficos y la fPLI puede ser normal o estar ligeramente aumentada. Dependiendo de otros hallazgos clínicos, el veterinario también puede considerar la realización de otras pruebas de laboratorio (p.ej., sangre en citrato para comprobar los tiempos de coagulación en casos de enfermedad hepatobiliar o calcio iónico si se sospecha una neoplasia).

Tabla 2. Diagnósticos diferenciales del vómito crónico en el gato.

Enfermedades extra-gastrointestinales

  • Enfermedad renal crónica (azotemia)
  • Enfermedades hepatobiliares con o sin EHBDO:
    • Colangitis neutrofílica
    • Colangitis linfoplasmocitaria
    • PIF
  • Pancreatitis crónica
  • Triaditis
  • Hipertiroidismo

 

Enfermedades gastrointestinales

  • Enteropatía crónica alimentaria
  • Enfermedad inflamatoria intestinal
  • Infección crónica (p. ej., enteritis por FCoV/PIF, Physaloptera spp.)
  • Cuerpo extraño crónico
  • Granulomas gastrointestinales (p. ej., enfermedad micobacteriana)
  • FGESF
  • Neoplasia gástrica (p. ej., adenocarcinoma, mastocitoma, leiomiosarcoma, pólipo)
  • Linfoma gastrointestinal (LABG o linfoma de células grandes)

OBEH = obstrucción biliar extrahepática, FCoV = coronavirus felino, PIF = peritonitis infecciosa felina, GI = gastrointestinal, FGESF = fibroplasia esclerosante eosinofílica gastrointestinal felina, LABG = linfoma alimentario de bajo grado.

 

La ecografía es la prueba de diagnóstico por imagen preferida, sobre todo en manos expertas, ya que proporciona información útil sobre el tamaño y la estructura de los órganos intraabdominales. Inicialmente, se puede considerar la realización de radiografías simples abdominales, pero no son sensibles para el diagnóstico de pancreatitis, colecistitis/colangitis y no permiten evaluar los cambios en la pared GI compatibles con inflamación/EII o con triaditis (la combinación de las tres afecciones) o identificar una neoplasia GI difusa. En las radiografías solo se pueden visualizar masas abdominales a partir de cierto tamaño y es raro identificar su origen. La ecografía es la prueba que puede proporcionar una evaluación más detallada de los cambios en la pared GI (en el grosor y la estructura, en donde la pérdida de estratificación hace sospechar una neoplasia) y de los ganglios linfáticos abdominales (tamaño y ecogenicidad). Un aumento de la ecogenicidad de determinadas capas del intestino (p.ej., la mucosa) puede indicar cambios inflamatorios o neoplásicos o, en raras ocasiones, una linfangiectasia. El engrosamiento de la capa muscular se suele observar en gatos con EII, pero este hallazgo también se puede encontrar en gatos sanos. Con la experiencia adecuada, se puede realizar una evaluación fiable del páncreas, pero la sensibilidad de la ecografía para la pancreatitis crónica es escasa y el páncreas puede verse completamente normal 4. La ecografía también proporciona información sobre el origen y la arquitectura interna de cualquier masa, pero hay que recordar que, en algunos gatos con afecciones GI primarias difusas como la ERD, la EII o incluso el LABG, los hallazgos de la evaluación pueden ser completamente normales, por lo que una ecografía “normal” no descarta una enfermedad GI primaria.

Muchas veces, al realizar la evaluación ecográfica, hay que valorar la posibilidad de obtener muestras de las estructuras anormales mediante técnicas mínimamente invasivas (por ej., PAAF), por lo que lo ideal es hablarlo de antemano con los cuidadores. La PAAF está principalmente indicada para diferenciar entre procesos inflamatorios y neoplásicos y, aunque no siempre es una prueba diagnóstica, es fácil de realizar, no requiere un equipo especializado, puede hacerse bajo sedación y la morbilidad asociada es extremadamente baja. Al igual que en la enfermedad hepatobiliar aguda, también se debe considerar la realización de una colecistocentesis cuando se sospechen enfermedades hepatobiliares crónicas, en las que los hallazgos ecográficos pueden ser más sutiles. Si el resultado de la citología no es diagnóstico se puede obtener otra muestra (aparte de las muestras de bilis), o realizar una biopsia del órgano afectado, p. ej., una biopsia con trucut, laparoscópica o quirúrgica del hígado o una biopsia con punch de la mucosa GI.

Particularmente, cuando solo se observa una masa abdominal (+/- ganglios linfáticos aumentados de tamaño), la ecografía y la biopsia pueden ayudar a diferenciar una neoplasia de otros diagnósticos posibles; incluyendo granulomas de origen fúngico o por peritonitis infecciosa felina (PIF), enfermedades por micobacterias o, si la neoplasia se localiza en el intestino, fibroplasia esclerosante eosinofílica gastrointestinal felina (FGESF) 8. La PAAF también es útil en la caracterización de las neoplasias dentro o fuera del tracto GI, aunque la exfoliación de algunos tumores (linfoma, adenocarcinoma, mastocitomas) es mejor que la de otros (tumores del estroma gastrointestinal (GIST), leiomioma o -sarcoma). En algunos tipos de cánceres más frecuentes, la PAAF también puede ser una herramienta útil para la estadificación completa (evaluación de la metástasis en el hígado, bazo, ganglios linfáticos u otros órganos).

Por último, en raras ocasiones es necesaria la tomografía computarizada (TC) para el diagnóstico de una enfermedad abdominal primaria que causa vómitos (crónicos). Sin embargo, puede ser útil en el caso de torsiones mesentéricas (sumamente raras en los gatos), anomalías vasculares (shunts portosistémicos) o para evaluar grandes masas abdominales antes de su extirpación quirúrgica (para comprobar la invasión de las estructuras adyacentes, incluyendo los vasos, la formación de trombos, etc.).

Biopsia GI

En gatos con vómitos crónicos, +/- diarrea, +/- pérdida de peso, pero por lo demás, sin hallazgos específicos en la investigación diagnóstica los dos diagnósticos diferenciales principales son la EII y el LABG 1,9, ya que desgraciadamente ambas afecciones pueden parecer idénticas. De ahí que la biopsia muchas veces sea el único método que permite diferenciar entre ambas con algún nivel de confianza; se puede obtener una muestra de la mucosa durante la endoscopia o una muestra de espesor completo si la biopsia es quirúrgica. Ambos métodos tienen ventajas e inconvenientes (Tabla 3), pero la precisión diagnóstica también puede depender del método utilizado. Por ejemplo, se ha sugerido que las biopsias de espesor completo del duodeno son más precisas que las biopsias endoscópicas para diferenciar la EII del LABG 10.

Tabla 3. Ventajas e inconvenientes de las biopsias gastrointestinales endoscópicas y quirúrgicas.

Biopsias endoscópicas de la mucosa Biopsias quirúrgicas de espesor total
Ventajas Desventajas Ventajas Desventajas
  • Mínimamente invasiva
  • La mucosa se puede visualizar directamente
  • Mayor disponibilidad de muestras de biopsia y mayor área del tracto gastrointestinal visible
  • El tratamiento (p. ej., inmunosupresión) se puede iniciar nada más obtener la biopsia
  • Solo se toman muestras de la mucosa y submucosa
  • No se puede alcanzar el yeyuno
  • Se necesita equipamiento y formación especial
  • La interpretación histopatológica de las biopsias es más complicada (artefacto de aplastamiento, falta de orientación)
  • Las biopsias hepáticas se pueden realizar simultáneamente mediante trucut y ecoguiada, pero no se puede acceder al páncreas sin cirugía.
  • Incluye todas las capas de la pared GI
  • Se pueden evaluar y obtener muestras de otros órganos abdominales (hígado, páncreas, ganglios linfáticos) simultáneamente.
  • Evaluación histopatológica más sencilla.
  • No es necesario un equipamiento especial.
  • Más invasiva y riesgo de dehiscencia
  • La mucosa no se visualiza directamente.
  • Generalmente se obtiene un menor número de muestras, por lo que se pueden pasar por alto lesiones
  • El tratamiento (especialmente con inmunosupresores) se suele retrasar debido al tiempo de curación

 

Las directrices actuales recomiendan obtener un mínimo de seis muestras de cada sección del tracto GI felino en las biopsias endoscópicas 11, aunque la mayoría de los veterinarios toman al menos 8-15 muestras de cada segmento, ya que cabe esperar que la calidad de algunas de ellas no sea óptima. También es importante el envío y el procesamiento de las muestras 12, lo que puede depender de cada laboratorio/anatomopatólogo en concreto. En un estudio reciente se encontró que las muestras GI bien montadas y orientadas eran superiores a las biopsias que flotaban libres en formol 12.

Por lo tanto, a la hora de decidir el método de biopsia para cada caso se debe tener en cuenta si se sospecha más una enfermedad específica o una combinación de enfermedades. Por ejemplo, si se sospecha una enfermedad hepatobiliar y/o pancreática junto con una enteropatía crónica, podría ser más adecuado, tanto desde el punto de vista clínico como práctico, tomar muestras de los tres órganos mediante biopsias quirúrgicas, en lugar de solo del intestino mediante biopsia endoscópica. En última instancia también se deben considerar el coste, la invasividad y los riesgos potenciales de la técnica, así como las preferencias del cuidador.

La histopatología, aunque sigue siendo la prueba de referencia para diferenciar la EII del LABG, tiene limitaciones, sobre todo en cuanto a la sensibilidad y la especificidad 1,9. Esto probablemente se deba al hecho de que, a diferencia de la mayoría de los perros con linfoma, en el gato, el LABG es la continuación de la EII de larga evolución, produciéndose una transición de inflamación a neoplasia en una escala móvil, lo que a veces dificulta el diagnóstico. Además, a pesar de la disponibilidad de patrones histopatológicos 11, parece complicado diferenciar tanto la EII como el LABG del tejido sano. Recientemente, en un estudio ciego, 12/20 biopsias duodenales de gatos supuestamente sanos se clasificaron como LABG, pero solo 3 gatos desarrollaron signos GI tras realizar un seguimiento de 709 días como media 13. Cuando las observaciones clínicas y el diagnóstico histopatológico no parecen coincidir, los autores recomiendan contactar con el anatomopatólogo implicado para hablar sobre lo que se podría hacer para avanzar en el diagnóstico. Esto puede incluir la realización de pruebas avanzadas de inmunohistoquímica o pruebas de clonalidad, pero también tienen limitaciones 9,14; por ejemplo, en un estudio se encontró que el 40% de los gatos con EII presentaban monoclonalidad en las biopsias GI 14.

Por lo tanto, establecer un diagnóstico de EII o de LABG sigue siendo un reto, ya que los signos clínicos, los resultados de laboratorio, los hallazgos de las pruebas de imagen, la histología, la inmunohistoquímica y las características de clonalidad se pueden solapar entre sí 1,9,14. Existen otros tipos de linfoma alimentario, incluyendo el linfoma de grado intermedio/alto, el linfoma granular de células grandes o el epiteliotropo, que se presentan con mayor frecuencia como una o varias masas intestinales focales caracterizadas por un inmunofenotipo de células B o T 15,16. Se suelen diagnosticar con pruebas menos invasivas como la evaluación de la citología o la citometría de flujo mediante PAAF 15,16.

Silke Salavati

Evaluar la presencia de dolor o molestias abdominales en el gato puede ser complicado, ya que aparentemente este es un hallazgo poco frecuente en el gato con afecciones intraabdominales.

Silke Salavati

Manejo terapéutico

Los gatos clínicamente estables con vómitos agudos suelen presentar una gastroenteritis autolimitada, especialmente, cuando se ha descartado un cuerpo extraño. En este caso, el tratamiento puede limitarse la administración de una dieta “gastrointestinal” comercial durante unos días junto con probióticos (p. ej., Enterococcus faecium) y antieméticos, según la gravedad de los vómitos. Existen varios antieméticos disponibles (algunos no autorizados en gatos), pero el más utilizado es el maropitant (antagonista de los receptores de neuroquinina-1 con acción tanto central como periférica). Su uso en gatitos se ha asociado a hipoplasia de la médula ósea y no se debe utilizar en gatos < 16 semanas de edad. La metoclopramida es menos eficaz como antiemético en el gato, en comparación con el perro, especialmente en cuanto a la acción central, ya que es un antagonista de los receptores de dopamina (D2) y, en el gato, los receptores α2-adrenérgicos son mucho más importantes para el control del vómito en el centro del vómito. El ondansetrón también es muy eficaz (tanto a nivel central como periférico), pero su coste es bastante elevado y su uso en gatos no está autorizado, por lo que se debe utilizar como última opción y solo en animales muy enfermos en los que hayan fracasado otros antieméticos. Las fenotiazinas (α2-agonistas) como la clorpromazina o la proclorperazina también pueden ser muy eficaces en el gato y suelen ser opciones más económicas.

En el gato con vómitos siempre se debe considerar la posible nutrición inadecuada. La duración de la inapetencia o anorexia, así como el riesgo de desarrollar lipidosis hepática, ya que los problemas que conllevan deben ser motivo de preocupación y se debe instaurar un tratamiento de soporte adicional. En casos leves, este tratamiento puede consistir en la administración adicional de fármacos como, por ejemplo, estimulantes del apetito junto con antieméticos. Las opciones disponibles (no siempre autorizadas para gatos) incluyen la mirtazapina oral o transdérmica, la capromorelina o la ciproheptadina. En casos más graves o de duración prolongada, o cuando los estimulantes del apetito no funcionan, se debe proporcionar un soporte nutricional mediante la alimentación por sonda, una vez que los vómitos se hayan controlado adecuadamente. Se puede utilizar una sonda nasoesofágica (a corto plazo y para alimentos muy líquidos) o una sonda de esofagostomía (sonda E) si se prevé un soporte nutricional de mayor duración. La sonda E también se puede colocar fácilmente durante un procedimiento previamente planificado (p. ej., endoscopia, biopsia quirúrgica).

Los trastornos extra-GI requieren un tratamiento específico según la etiología subyacente y su descripción detallada queda fuera del alcance de este artículo.

Si se sospecha una EC o EII que responde a la dieta se debe realizar una prueba de eliminación con una dieta comercial con proteína hidrolizada o proteína novel. A diferencia de los perros, los gatos con ERD suelen responder muy rápidamente al cambio de dieta (2-3 semanas), aunque pueden ser necesarias hasta 6-8 semanas para observar una respuesta completa. Se puede considerar el tratamiento a corto plazo con antieméticos o estimulantes del apetito para mejorar el cumplimiento del tratamiento dietético. En los gatos en los que se observa una respuesta parcial a la dieta, se puede intentar una segunda prueba de eliminación con una dieta diferente.

El siguiente paso del tratamiento de los gatos con sospecha de EII que no responden a la dieta de eliminación incluye la administración de probióticos o glucocorticoides. Lo ideal, cuando se quiere obtener un diagnóstico (especialmente si no se han descartado otros linfomas diferentes al LABG, que pueden requerir un tratamiento alternativo), es realizar la biopsia GI antes de la administración de glucocorticoides. Sin embargo, en el gato, la EII y el LABG además de tratarse de forma similar con glucocorticoides, también tienen prácticamente el mismo pronóstico, por lo que, aunque ambos procesos no se hayan diferenciado mediante biopsia, muchas veces resulta práctico tratarlos de la misma forma. Si con los glucocorticoides y el tratamiento dietético por sí solos no se obtiene una mejoría, se puede utilizar clorambucilo como un inmunosupresor adicional; este fármaco además de ser beneficioso en la EII grave, también se utiliza para el tratamiento estándar del LABG. En comparación con el perro, la ciclosporina u otros inmunosupresores no se utilizan con tanta frecuencia en gatos con sospecha de EII. No obstante, el clorambucilo no es eficaz para el tratamiento del linfoma alimentario de grado intermedio a alto o granular de células grandes, por lo que es importante diferenciarlos; en estos casos el tratamiento consiste en la administración de quimioterapia intravenosa (protocolos COP o CHOP) o lomustina oral (CCNU).

Conclusión

En el gato, los vómitos pueden ser un signo clínico de numerosos trastornos diferentes, por lo que antes de elaborar el plan diagnóstico, se debe tener en cuenta toda la información de la reseña, la historia clínica y la exploración física. La evaluación inicial del gato con vómitos agudos se debe centrar en identificar si su estado es inestable y requiere un tratamiento de urgencia y/o una intervención quirúrgica inmediata, y, tanto en caso de vómitos agudos como crónicos, también se debe considerar la necesidad del soporte nutricional antes de realizar pruebas diagnósticas más exhaustivas. En los gatos con vómitos crónicos, el procedimiento diagnóstico normalmente se puede realizar más despacio, y antes de realizar pruebas diagnósticas avanzadas se puede probar con una dieta de eliminación o tratamiento sintomático. El tratamiento de apoyo es parte del manejo de la mayoría de los procesos que cursan con vómitos, pero el veterinario se debe esforzar en identificar la causa específica para realizar las pruebas diagnósticas adecuadas con el fin de elaborar un plan terapéutico específico y eficaz.

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Ivan Montanes-Sancho

Ivan Montanes-Sancho

El Dr. Montañés-Sancho se graduó en veterinaria por la Universidad de Zaragoza en el 2016 y tras trabajar en una clínica de pequeños animales realizó un internado rotatorio en la Universidad Autónoma de Barcelona Leer más

Silke Salavati

Silke Salavati

La Dra. Salavati se licenció en veterinaria por la Universidad Justus Liebig de Giessen, en Alemania, y posteriormente se diplomó por el ECVIM Leer más

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